Siempre actúan en silencio.
Primero observan desde las cloacas, y después se lanzan
sobre su presa con sus colmillos sedientos de sangre, y como dicen los
letrados, con nocturnidad y alevosía.
Son rancios, casposos, despiden y se rodean de olores de
podredumbre, cuando hablan ríen como las hienas y cuando orinan lo hacen sobre
el adversario.
Son algunos, demasiados, de los últimos Ministros de este
país.
Rozan el analfabetismo y carecen de cualquier atisbo de
sensibilidad.
Les reconforta la consciencia de saber que la cultura y el
arte se resienten y sufren y tal vez desaparezcan del panorama vital de los
seres humanos a causa de muerte por desesperación y agotamiento.
Uno de los últimos carroñeros atendía al nombre de José
Ignacio Wert, Ministro de Educación del Gobierno de M punto Rajoy hasta que su
segunda lo devoró, lo matrimonió y se lo llevó a la vida placentera de París,
donde descansa de su sin razón, de sus fechorías patrias y de su ignominia.
Y hoy sabemos que su labor de zapador carroñero de la
educación y de la cultura la prosigue más sanguinariamente que nunca su
compinche Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda de novecientos imputados y
del primer Presidente de la historia de este desgraciado país que ha tenido que
comparecer ante la Justicia (mejor decir justicia)
por causas de corrupción, que pretende aplicar el IVA a las subvenciones que
reciben las Instituciones
Culturales y, además, con efecto retroactivo desde 2013, lo cual caso de darse
acabará con la viabilidad de Instituciones fundamentales del ámbito cultural y
de las artes.
Sólo se me ocurre pensar, para suavizar mi opinión sobre
estos Ministros, que tal vez su especie no sea la humana, sino la de los
carroñeros con los que he titulado este pequeño ejercicio de opinión, especie
que como es sabido por todos se alimenta de la mierda y la descomposición de
los cadáveres que dejan a su paso.
Desafortunadamente, los carroñeros viven en el silencio que
sólo rompen cuando despliegan sus alas gigantescas y se oye el batir de las
mismas en el aire que sesgan para regresar de inmediato al silencio y la
oscuridad.
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