viernes, 20 de octubre de 2017

Greguerías de un inconformista (XXIV).

 
Estuve observando durante un buen rato y muy atentamente a un pavo doméstico que se paseaba por su corral pavoneándose con la cabeza muy erguida y exhibiendo su pecho henchido de soberbia.
El pavo se dio cuenta de mi insolente observación y, tras detenerse frente a mí y mantener un cara a cara intenso y de mirada fija y persistente, me espetó: “Sí, no te quepa ninguna duda. El máximo exponente de la elegancia masculina lo inventé yo: la corbata”.

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