viernes, 2 de junio de 2017

Erecciones (pocas) y eyaculaciones (menos), con permiso de Bukovski (Charles). (XXII).

 
Cada vez que me ordeno, mi vida, quiero decir, y eso es mi casa, mis libros, mi ropa, mis objetos fetiche, incluso mis sentimientos y emociones, la vida me desordena.

Y entonces sufro, y mucho más de lo que yo soy consciente, porque el desorden me desequilibra y yo deseo y busco el equilibro (una buena amiga mía me decía hoy mismo que añora la felicidad interior, esa que te hace ir a dormir con una sonrisa descolgándose de los labios, y es muy posible que yo también busque eso sin saberlo).

Ahora iba a escribir más sobre este tema, pero me he quedado paralizado, mental y físicamente, porque me parece que todo lo que he escrito es absolutamente falso (salvo lo que me ha dicho mi amiga, porque eso es veraz y cierto, podéis mirar mi guatsap, ahí queda constancia), porque yo amo el desorden y la improvisación, el sinsentido, porque eso es emotividad y por tanto vida.
Y la vida es placer, y sufrimiento, y amor, humor, olor, sudor, lágrimas y risas, sangre y sal y arena, agua, hielo y fuego, calor y frío, y candor y escalofrío, y pasión, corazón, perdón, y sin razón y ruego y lamento, y eso es desequilibrio y desorden.

Y ahora, con una copa de vino nocturna y oscura entre mis manos, me parece que todo esto también es mentira, y que al final lo único que deseamos es paz, confortabilidad, buena comida y bebida y sobre todo el reconocimiento que no mereceos porque no hemos hecho nada para merecerlo. Y eso tampoco es la felicidad, pero durante un rato nos parece que sí, por nuestra egolatría.

Desisto seguir escribiendo (esta noche).
Me voy a dormir.
Mañana volveré a pensar sobre esta falacia, porque en la hora de la verdad los demás importan poco y sólo merece atención lo que tú opines de tú mismo.

Y a lo mejor ni siquiera eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario