La a es la vocal de la comprensión.
La e la de la sordera.
La i la de la señorita histérica que se asuste y azora ante
un ratón.
La o es la vocal del asombro.
Y la u es la del susto, y también la del consentimiento.
A esas vocales las acompañan siempre, o casi siempre,
expresiones faciales que tienen su máxima expresión en los ojos y los labios, y
también lo que conocemos como lenguaje corporal.
La a suele ir acompañada de una gran apertura de boca y de ojos y de manos
extendidas hasta su máxima expresión, con dedos extendidos y separados entre
sí.
La e suele provocar una apertura de boca parcial, como
cuando demuestras asco, ojos achinados y en algunas o bastantes ocasiones
adelantamiento de la cara respecto del propio tronco, y una o las dos manos con
los dedos sin separar situándose detrás de los pabellones auditivos.
La i cierra la boca casi hasta su mínima expresión. Cierra
en un aprieto de mandarín de la edad media los ojos, coloca las palmas de la
mano frente a los mismos o tapando todo el rostro, tensa el cuerpo como la
cuerda de un arco y pone los pies de puntillas en difícil equilibrio corporal.
La o forma un círculo pequeño y casi perfecto en la boca,
que además estira sus labios hacia delante, como si fuesen a besar, abre los
ojos hasta casi desgarrar los rabillos de cada izquierda del ojo y los
lacrimales de cada derecha, y las manos se suelen subir a la cabeza como la
cerveza a los que no saben beber.
Y, finalmente, la u hace de la boca una forma de besito
minúsculo, los ojos se abren pero sólo un par de segundos, los pelos del cuero
cabelludo y de otras partes se erizan, el cuerpo se contrae y los brazos se
pliega por la mitad, o sea, por los codos que para eso están, con las manos
convertidas en puños y apretujadas contra el pecho, o la barriga o las partes
íntimas.
Y para los que desean una gramática que anule a la denostada
consonante h, por ser muda salvo para los andaluces que la confunden casi en
todas las ocasiones con la jota, les explicaré la importancia de la misma.
Si tu comprensión es correcta, dices ah!, si es alta
pronuncias ahh!, si es total ahhh!
Y si es extraordinariamente grande, dices ahhhhh !!! Incluso
aaaahhhhh!!!
Si la sordera es incipiente, lanzas un eh?, pero si es
pronunciada dices ehhh?, y si es de medidas desproporcionadas lo que sale de
tus cuerdas vocales es ehhhhh???
El caso de la i es excepcional y particular. Si el ratoncito
es pequeñito la señorita dice hihihi, pero si es una rata como las de la cloaca
lo que brama es hihihihihihihihihi !!!!!
Nótese la diferencia respecto de las anteriores, ya que en
este caso la superviviente h se coloca delante y no detrás, lo que la hace
imprescindible.
En el caso de la o es como con la a: si el asombro es limitado
se dice oh, si es mediano es oooh, y si es mayúsculo es ooooooooohhhhhh !!!!! y
aquí tenemos otra excepción, y es que se repite más la vocal que la muda y
despreciada h.
Para acabar, la u del susto actúa en sinergia total con su
predecesora o: las variantes son cinco, aunque podrían ser más, pero las
principales son estas cinco expresiones: uh, uh!, uuuuh!!!, uuuuuuuh!!!,
uuuuuhhh!!!!!.
Sin embargo la u del consentimiento es extraordinaria: puede
ser un uuu casi mudo porque se dice con los labios pegados, es una uuu que se
pronuncia más con la nariz que con la boca, la mano se ubica en la barbilla y
se suele buscar una expresión inteligente del rostro, que no siempre se
consigue, y el número de us variará en función del grado de asentimiento. E
incluso, y he aquí una salvedad extraordinaria y maravillosa, si el tema es muy
serio y muy formal, como comprender una fórmula matemática difícil, a la u la
acompaña no sólo la h que siempre aparece aunque la pobre sea muda, si no
también la m, y el resultado es uuuhhhmmmmm!!! Y, por supuesto, existen todas
sus diferentes versiones según el
número de us, haches y emes y en essas ocasiones, además de
la mano a medio cerrar colocada en la barbilla, la otra mano suele juguetear o
rascarse una oreja, y se frunce el ceño, se achinan un poco los ojos y se
cabecea varias veces con ligeras y casi imperceptibles inclinaciones de la
cabeza (algunos llegan hasta a dar pequeños golpecitos con el pie en el suelo,
y otros hacen descender la mano que rasquetea la oreja para golpear
parsimoniosamente una mesa con los nudillos mientras, ahora sí, cabecean ya
como mulos, de forma más violenta y constante).
Por tanto, amemos las vocales, no despreciemos las haches y
no dejemos de enriquecer el idioma, con las expresiones faciales y el lenguaje
corporal que incorporan.