Esto no ocurrió hace mucho tiempo,
por lo que para recordar lo que me contaron
y que ahora yo a vosotros os cuento,
no preciso en exceso de la memoria
y estoy seguro que os gustará mucho esta historia.
Había una vez un sapo que chapoteaba despistado, incluso
como algo aturdido porque parecía entristecido, por los pantanos y las
ciénagas, y se encontró con una rana ranita rana a la que así había que llamar
porque la rana ranita rana cantaba de forma tan divina que los atardeceres se
silenciaban para escucharla, y porque las letras de muchas canciones tienen
estribillo que se suele repetir periódicamente.
Y por eso y de ahí, rana ranita rana.
No, no es así.
Fue al revés.
Y las cosas hay que explicarlas tal y como sucedieron.
Las cosas empiezan por el principio y acaban por el final.
Fue la rana ranita rana la que encontró al sapo que no era
guapo.
Lo encontró porque los anfibios, para comunicarse, disponen
de sistemas de comunicación muy avanzados, como por ejemplo inflando los
carillos o también intensificando sus colores para llamarse entre ellos, o
despidiendo olores especiales que cambian según lo que se quieren decir, y en
el caso de las ranas disponen de un oído finísimo para encontrar a los sapos, incluso
a los que no son guapos.
En resumen, tienen sistemas mucho más potentes que los
humanos que antes lo hacíamos cara o cara, o por teléfono y correo postal, y
ahora ni nos vemos porque lo hacemos por internet, e-mail, y otras cosas
modernas y raras como guasap, yutub, gugel, tuiter, viber,… y sólo vemos
pantallas en la que escribimos cosas que otros leen y así nos comunicamos y,
sin embargo, las ranas y los sapos ya habéis visto la cantidad y la calidad de
instrumentos personales de que disfrutan para comunicarse entre ellos sin
necesidad de máquinas impersonales, que llegan hasta a disfrazar, esconder,
engañar y confundir sobre los sentimientos y las cosas que se quieren decir.
Es así como comenzó esta historia. Ahora sí estamos
empezando por el principio.
Pues ocurrió un día que la rana ranita rana sintió un deseo
enorme de comunicarse con algún sapo, pero buscaba un sapo que fuese diferente
a otros que ya había conocido porque para más de lo mismo no hacía falta hacer
nada, porque sapos ya aparecían en su charca, y para buscar a un sapo diferente
se puso a croar cantares al llegar el atardecer que es la hora en que llega
también la tranquilidad después del ajetreo del día, y coincidió que el sapo
que no era guapo hacía tiempo que al llegar la puesta del sol, y estando él en
su pantano, le abordaba una tristeza y una nostalgia abrumadoras, y al oír ese
croar divino de alguien que seguro que era de su misma especie se quedó
extasiado, inmóvil, como anestesiado, paralizado.
Así que ambos, la rana ranita rana y el sapo que no era
guapo, apostaron la una por cantar más alto que nunca para ser oída por un
mayor número de anfibios y el sapo que no era guapo decidió estar muy atento
para ver si lograba identificar de qué charca procedía aquel maravilloso croar
que lo tenía cautivado.
¡ Y lo lograron !
Resultó que la rana ranita rana olió los aromas y perfumes
que despedía el sapo que no era guapo, y el sapo que no era guapo oyó el divino
cantar que seducido le tenía, y le pareció detectar que la charca que habitaba
la rana ranita rana no estaba cercana a la suya pero tampoco muy lejana.
La rana ranita rana cantó con toda su fuerza hinchando al
máximo sus pulmones, y le contó al sapo que no era guapo dónde vivía y qué
hacía, y el sapo que no era guapo con las esencias que despedía de su cuerpo
otras cosas le explicó.
¿Y sabéis qué descubrieron?
¡ Pues que eran especiales y diferentes a casi todos los de
su especie !
Las diferencias eran evidentes, pero como que cada uno
estaba en su charca y no se veían, pues era difícil que lo averiguasen, y para
ello tenían dos posibilidades: o se conocían personalmente, o bien se lo
contaban en esos atardeceres en los que se comunicaban.
Y esta segunda opción es la que decidieron: se contaron
infinidad de cosas en sus largas conversaciones que duraban hasta casi cuando
llega la oscuridad y empieza a reinar el silencio de la noche.
La rana ranita rana le explicó al sapo que no era guapo que
era una rana, o sea, una hembra, y el sapo que no era guapo se emocionó tanto
que estuvo toda la noche sin atrapar un solo mosquito, por lo que se quedo sin
cenar.
Os preguntaréis qué que hay de excepcional en ello, en que
la rana ranita rana explicase que era una hembra.
¡Pues muy fácil! Bueno, para ser justos, muy difícil.
Os lo explico: en el
mundo de las ranas y de los sapos los que croan son los sapos, los
machos, y las ranas, las hembras, son casi siempre, salvo raras excepciones,
completamente mudas.
Por tanto, el sapo que no era guapo estaba ante una rana que
croaba cantos maravillosos que a él y a otros muchos embelesaban, porque
recordad que en muchos atardeceres se hacía el silencio en todas las charcas de
los alrededores porque el mundo animal entero se deleitaba con aquellos dulces
cantares.
De la emoción el sapo que no era guapo se había quedado casi
tan mudo como las hembras de su especie, así que la rana ranita rana tuvo casi
que exigirle que le correspondiese, que le contase alguna cosa sobre sí mismo.
El sapo que no era guapo dudó si explicar lo que quería
explicarle, porque pensaba que si ella era tan diferente él jamás podría
igualar la singularidad de la rana ranita rana.
Pero infló todo lo que pudo su pecho y emitió un fuerte olor
que poco tardó en llegar a la charca en la que sobre un nenúfar cantaba la rana
ranita rana.
¡Y la hembra de anfibio casi enloquece de la alegría cuando
conoció, a través del olor que a ella le llegó, el mensaje del sapo que no era
guapo!
¿Qué cuál era el mensaje?
Pues que el sapo que no era guapo le estaba diciendo que él
también era especial porque a diferencia de los machos de su especie, él… ¡no
tenía verrugas en su cuerpo!
Pensad que casi todos los sapos tienen el cuerpo lleno de
unas verrugas gordotas, y además las lucen convencidos de que eso les da
personalidad y categoría, pero el sapo que no era guapo carecía de ellas. Tenía
otras virtudes, pero no verrugas.
Esperó ansioso el nuevo cantar de la rana ranita rana, y al
poco tiempo le llegó el mensaje de que estaba entusiasmada y que por favor
croase alto y potente para que ella escuchase su voz de sapo diferente, porque
eso era lo que desde un primer momento estaba buscando, porque para más de lo
mismo no hacía falta hacer nada, ni conocer más sapos, pues como era normal en
su charca ya había muchos, pero todos iguales igualitos.
Entonces el sapo que no era guapo croó con todas sus
fuerzas, que no eran muchas en aquel momento porque estaba nervioso, y si ya
chapoteaba por su charca desde hacía un tiempo como despistado, aturdido, como
entristecido, ahora la ilusión lo desbordaba y temía que su croar no estuviese
acorde con el esperado por la rana ranita rana.
¡Pero la rana ranita rana cantó de forma angelical, divina,
y le dijo en su cantar que debían conocerse en algún momento, no sabía cuándo
ni dónde, porque si aquello estaba pasando y era realmente realidad, algo
quería decir y aquello así no podía quedar!
Se despidieron, los dos muy contentos y felices, porque la
noche ya dominaba el cielo, el sapo estaba muerto de hambre porque no había
cenado, y los dos debían descansar porque al día siguiente había que trabajar.
Y se emplazaron a seguir con sus conversaciones al siguiente
anochecer, cuando se retira el sol y no ha llegado todavía la noche y se ve luz
difusa en la línea del horizonte.
Durante la noche el sapo que no era guapo no podía conciliar
el sueño de lo nervioso que estaba, y daba vueltas en su acomodo bajo tierra
pensando las muchas muchas muchas horas que quedaban para que desapareciese la
noche, despertara el sol, iniciará su camino de este a oeste para volver a descansar
y dar paso a su amiga la luna, y entonces sí, entonces otra vez podría dialogar
con su nueva amiga la rana ranita rana.
¿O no?
¿Y si la rana ranita rana no volvía a cantar y nunca más
sabía de ella?
Pero enseguida desestimaba esta idea, porque le había
parecido que la rana ranita rana era sincera, y si le había dicho que estaba
ilusionada por haber contactado con él, pues no iba a ser mentira.
Y mientras todo eso y muchas cosas más cavilaba, finalmente
se durmió.
La rana ranita rana, por su parte, decidió quedarse a dormir
en el nenúfar en el que se mecía en su charca, porque ese rítmico movimiento
pensó que le ayudaría a tranquilizar su espíritu exaltado por su conversación
con el sapo que no era guapo, pero… ¡tampoco conseguía dormirse!
Estaba inquieta, nerviosa, feliz pero intranquila, con las
ideas de su cabeza algo desordenadas, y si hubiera podido, para calmar sus
nervios, se hubiese mordido las uñas, pero como que las ranas no tienen uñas ni
tampoco dientes, pues se chupaba con fruición y empeño los dedos de sus manos,
pero ni así conseguía dormirse.
Además, a acusa de la excitación que tenía le picaban las
piernas y no podía resistirse a rascárselas. Eso le calmaba un poco los
picores, pero entonces le asaltaban rampas en esas patitas largas que tienen
las ranas para dar grandes saltos, y tenía que estirarlas continuamente para
que las rampas desapareciesen.
Y de repente, se dio cuenta de que las estrellas estaban
difuminándose y que una tenue claridad asomaba por todo el manto celestial.
¡No había podido dormir en toda la noche!
Pasó el día, que tanto a la rana ranita rana como al sapo
que no era guapo se les hizo largísimo, eterno, y cuando ya quedaba poco tiempo
para que el atardecer asomase, los dos, desde sus respectivas charcas, intentaron
calmar su espíritu porque ambos cayeron en la cuenta de que el corazón se les
salía del cuerpo, vamos, como decimos los humanos habitualmente, el corazón se
les escapaba por la boca.
¡Tal era el estado de nervios y de ilusión que ambos tenían
por volver a encontrarse y retomar su diálogo lejano!
Ya oscurecía, y el sapo que no era guapo hacía ejercicios de
respiración para ventilar su cuerpo y así poder enviar olores agradables a la
rana ranita rana, y mientras pensaba si hacer volar en la dirección que ya
sabía un croar poderoso para llamar la atención de forma más urgente, en ese
mismo momento la brisa le regaló unos cantares ligeros y llenos de risas y
sonrisas, y no tuvo ninguna duda de que la rana ranita rana allí estaba para
hablar con él.
A la rana ranita rana le llegó toda la comunicación del sapo
que no era guapo de golpe, perfumados olores de macho y un croar que le decía
que seguía muerto de hambre porque todo el día en ella había estado pensando, y hasta de cazar mosquitos
para alimentarse y también vigilar su territorio se había olvidado, y eso le
dio tanta tanta tanta alegría, que ni se acordó de rampas y picores, y con sus
extremidades saltó del nenúfar al agua y de allí a una brizna de hierba y de
allí de nuevo a otras hojas flotantes de su pantano.
Y hablaron de todo lo que se les ocurría.
Y ambos se rieron mucho y de muchas cosas, y de repente se
rieron a anca suelta, que es típico de los sapos y las ranas, porque se
apercibieron de que sus acentos eran los propios de cada una de sus ciénagas, y
se les notaba en muchos momentos, como cuando la rana ranita rana empezaba a
convertir las ges en jotas, o decía que estaba encantada de los nervios o que
en su casa no se podía ni rebullir, y el sapo que no era guapo le decía que
cualquier día de esos venía a conocerla, o que empezaba a echar a faltar
mosquitos en su barriga, o que en su casa encendía la televisión y la luz, o…
¡Y era normal!
Porque la rana ranita rana solía hablar en su zona muchas
veces en alemán y el sapo que no era guapo en su pantano hablaba en polaco, y
eso contagia en muchas ocasiones el idioma común, que es en el que charlaban y
que como es normal era el idioma anfibio.
Durante muchos atardeceres y muchas noches estas
conversaciones se repitieron, y le cogieron tanta afición y les daba tanta
alegría que se buscaban muchos días en otros momentos: por la mañana, a primera
hora, para darse los buenos días, en la comida para desearse buen apetito, por
la tarde para comentar los avatares del día, a la hora de la cena para conocer
que iba a comer cada uno de ellos, antes de dormir para desearse un feliz
descanso,…
Hasta que un buen día, de nuevo la rana ranita rana cogió la
iniciativa: ¡le dijo al sapo que no era guapo que iba a emprender viaje hasta
la charca que él habitaba, pues había llegado el momento de conocerse!
Y así lo hizo.
Nadó, chapoteó, buceó, saltó, se impulsó con sus patitas
saltarinas… con el objetivo de llegar cuanto antes al pantano del sapo que no
era guapo, porque tenía muchísimas ganas de conocerlo en persona.
Y por fin, llegó.
¡Y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que toda la charca
del sapo que no era guapo estaba adornada para ella de flores amarillas, sus
preferidas, como rosas mosqueta, narcisos, girasoles, crisantemos, tulipanes,
claveles,…
Y antes casi de presentarse, el sapo que no era guapo empezó
a hacer “sapilladas”, porque aunque era ya un sapo maduro en muchas ocasiones
gustaba de hacer disparates, al estilo de los chiquillos que hacen
chiquilladas.
Y la primera fue acercarse a la rana ranita rana y plantarle
un beso de cocodrilo a modo de bienvenida y como para sellar su recién nacida
amistad.
Para los que no lo sepáis, el beso del cocodrilo es un beso
de frente y a ciegas, como suelen hacer las personas, y eso a causa de que los
cocodrilos tienen el morro largo y los ojos a los lados, por lo que darse un
beso de lado les resulta como muy complicado.
Tras la sorpresa inicial que el sapo que no era guapo
percibió en la carita de la rana ranita rana, inmediatamente le pareció
detectar un cierto rubor y un ligerísimo temblor en todo su cuerpo, por lo que
decidió continuar con sus “sapilladas” y la cubrió con todo tipo de besos, como
besos tímidos, que son afectuosos y que a veces provocan mareos en quien los
da, besos con superpoderes, que son los que hacen sonreír, consiguen encender
las mejillas, incluso en ocasiones detienen el tiempo del que los da y del que
los recibe, besos delicados, que son como el roce de un pétalo de flor en los
labios, y también besos más intensos, como los besos rusos, que se guardan unos
dentro de otros.
Tras este caluroso recibimiento, el sapo que no era guapo
acomodó a la rana ranita rana en su hogar, y para que descansase y se repusiese
del largo viaje que había realizado la invitó a cenar en un restaurante que él
conocía, y que tenía la curiosa característica de que se cenaba en la propia
cocina del restaurante, lo cual permite observar la limpieza con la que se
tratan los alimentos y los utensilios para cocinarlos, así como las habilidades
de los cocineros y los pinches en la cocción de los mismos.
Y allí hablaron largo y tendido la rana ranita rana y el
sapo que no era guapo, y se explicaron cosas buenas que la vida les había
deparado y otras no tan buenas, y así empezaron a construir lo que debía
convertirse en una gran amistad y en un gran amor entre los dos.
Cuando finalizaron la cena y la rana ranita rana se había
repuesto de su esfuerzo viajero, y el sapo que no era guapo recuperó las
fuerzas perdidas en esas noches sin cazar mosquitos por causa de su ensimismamiento
en el cante que de lejos le llegaba, decidieron retirarse a descansar para así
poder levantarse pronto y visitar todo el pantano que el sapo que no era guapo
habitaba.
¡Y, después, bajo el manto oscuro de un cielo sólo manchado
de luna y salpicado de estrellas descubrieron que aún siendo animales de sangre
fría sus cuerpos esa noche se arrebataron de pasión y su sangre fue de ardiente
fuego!
Durante dos días visitaron la charca del sapo que no era
guapo, siempre muy juntitos, cogidos de las manitas, dejando escapar de vez en
cuando besos cómplices porque se buscaban y piratas en ocasiones porque se los
robaban, pero parece que los que los vieron pasear dicen que lo que se dice
visitar la charca, visitar de verdad, no lo hicieron, porque se dedicaron a
visitarse a sí mismos y sus sentimientos.
Y también todos coinciden en que lo que mostraron es lo que
fueron: ¡felices, muy felices!
El sapo que no era guapo, cuando ella tuvo que partir, se
quedó en su pantano tan contento y enamorado que olvidó que ellos no dan saltos
como las ranas, porque sus extremidades inferiores no están preparadas para
ello, sino para desplazarse como caminando, y de un salto ilusionado cayó de
espaldas y se partió el espinazo, pero no se enfadó porque cuando se está enamorado
todo lo demás lo dejas de lado.
La rana ranita rana regresó a la zonas húmedas que habitaba
con la promesa del sapo que no era guapo, pero que a ella ya le parecía lindo,
de que le devolvería la visita en cuanto le fuese posible, porque el sapo que no
era guapo así se lo prometió a la rana ranita rana, y más ahora que ya sabía,
porque lo había comprobado, que no sólo era una rana ranita rana sino que en
ella se escondía… ¡una maravillosa y preciosa princesa!
¡Y así fue!
El sapo que no era guapo pero algo lindo ahora visitó a la
rana ranita rana que era una preciosa princesa, y dicen los que los vieron que
cuando visitaban la charca de ella tampoco observaban mucho porque sus miradas
seguían siendo la de él para ella y la de ella para él.
Y cuando descansaban, comprobaron que el milagro ya vivido
no había desaparecido, porque sus cuerpos de sangre fría, cuando estaban
juntos, eran del color y el calor del hierro líquido, que es hierro
incandescente.
Y las visitas a las respectivas charcas se repitieron, y se
cruzaron obsequios y regalos, y se amaron y se quisieron y se mimaron en la
lejanía y en la cercanía, y utilizaron sus muchos medios de comunicación para
estar en permanente contacto, y se felicitaron y se riñeron con cariño cuando
la ocasión lo requería, y disfrutaron y rieron en las ocasiones felices que
fueron las más, y compartieron alegrías y preocupaciones, y se consolaron en
las penas que fueron las menos,…
Y si antes empezábamos por el principio,
que como dijimos es por donde hay que empezar los cuentos y
las historias,
ahora sería el momento del colorín colorado porque este
cuento se ha acabado,
pero resulta que no va a ser así,
porque esta historia de la rana ranita rana y el sapo que no
era guapo no ha finalizado, porque esta historia es verdad y no es un cuento y,
además, no ha terminado.