sábado, 28 de febrero de 2015

Carta (muy) póstuma a Antonio Jordán.

 
Corría el cuarto trimestre del año 1987 y yo quería dejar el Departamento de Promoción y Publicidad de Caixa de Barcelona, donde trabajaba desde un sábado de Santa Lucía de 1975.
Estaba cansado de hacer lo mismo, campañas de Marketing Directo para productos y servicios típicos de una Caja de Ahorros de aquellos tiempos.
Y surgió la oportunidad de pedir una excedencia, una especie de permiso para probar fortuna en otros trabajos y lugares con la espaldas cubiertas porque si fracasabas o la suerte no me sonreía profesionalmente tenía la garantía de regresar a la Institución (no al mismo trabajo que dejaba, pero sí a la empresa).

Una vez superadas todas las primeras guillotinas para acceder al puesto que me ofrecían, Director de Cuentas en la Oficina de Barcelona para crear y desarrollar la Agencia de Marketing Directo, el último trámite (más bien examen) fue entrevistarme en Madrid con el Presidente de la multinacional americana de la comunicación que a través de su Director en Madrid, Jean-Pierre Simon (D.G. de B&B Direct), pretendía mis servicios.
Almorzamos los tres, Jean-Pierre, Antonio Jordán y yo mismo en un Restaurante gallego cercano a la Agencia que entonces se ubicaba en Avenida del Brasil, número 6.

Regresé a Barcelona en el Puente Aéreo esa misma tarde de aquel sábado (siempre sábado) de diciembre de 1987 moderadamente satisfecho. Consideraba que la entrevista-almuerzo había sido suficientemente satisfactoria y que las posibilidades de incorporare eran altas.

Al cabo de unos días Jean-Pierre contactó telefónicamente conmigo para comunicarme que A. Jordán, el Presidente, deseaba verme de nuevo, pero en esa ocasión a solas y en su despacho en la Agencia.
Yo le comenté que por mi parte no había ningún problema, y a los días celebramos ese segundo encuentro.
Antonio Jordán y Jordán fue claro, directo, expeditivo: consideraba que yo no era el hombre que estaban buscando, porque “no era carne de Agencia”, pero que, me dijo, Jean-Pierre opinaba lo contrario y me quería a mí al frente del nuevo negocio en Barcelona. Y que él, en su calidad de máximo ejecutivo de la multinacional practicaba la delegación, y que por eso si el belga insistía yo podría incorporarme si es que ese era mi deseo después de escuchar su parecer. Antonio, por si no me había quedado claro, remató su opinión diciéndome que fracasaría porque mi formación durante once años en una clásica Caja de Ahorros catalana (él era catalán, pero madrileño de adopción y casi de devoción) me condicionaría en el caos propio de una Agencia de Publicidad.

Me incorporé el 15 de febrero, lunes, de 1988 tras serme concedida una excedencia de cinco años en Caixa de Barcelona (y a la que ya nunca regresé).

Al cabo de unos años, creo que unos cuatro años, Antonio se jubiló, enfermó y poco después murió.
Pero antes de fallecer, cuando yo ya era el Director General de todo el negocio en Catalunya, tuvo el detalle de viajar a Barcelona, invitarme a comer mano a mano y decirme, él que era uno de los grandes de la historia de la publicidad en España, que cuando me dijo que yo no servía para una Agencia de Publicidad se había equivocado y que ojalá en DMB&B hubiesen unos cuantos pacosriera para seguir haciendo crecer y prosperar el negocio. Y me felicitó con un abrazo lleno de vinos y güisquis, abrazo emotivo, entrañable.
Reconozco que me emocioné, y así se lo dije, y también le dije que ese gesto que había tenido conmigo no hacía más que confirmarme su enorme categoría humana, porque qué necesidad tenía de hacerme aquella confesión a mí que no era (ni fui jamás) nadie comparable con él en ese fantástico negocio que se llama Publicidad.

Pienso esto hoy no sé por qué, hoy que es sábado en la Cerdanya y creo que también en otros lugares, y he recordado un consejo que me dio poco después de incorporarme a la Agencia, y cuando pienso que ya empezaba a creer en mí.

Esto (más o menos) me dijo:
“Trabaja mucho primero y diviértete mucho después. Las grandes ideas llegarán cuando estés relajado. Pero ni antes ni después te esfuerces en conseguir nada por obligación: hazlo todo por ilusión y los problemas más difíciles se convertirán en divertidos juegos. Esfuérzate, pero no te fuerces ni te estreses ni te dejes presionar: la creatividad siempre llega del brazo de la libertad. Crear no es tanto focalizarse como abrir el foco”.

Siempre intenté hacerle caso, unas veces con fortuna y otras sin ella (sobre todo con la presión externa e interna), pero el monstruo de la publicidad que él era me ayudó a conseguir algunos éxitos y no vanagloriarme de ellos, así como a soportar fracasos sin necesidad de martirizarme ni abandonar el oficio.

Gracias, Antonio, por tu humanidad y tu sabiduría, pero sobre todo por tu humildad y por tus extraordinarias lecciones que siempre he tenido presentes y que tanto me han ayudado en mi desarrollo personal y profesional.

Gracias, de corazón, Presidente.

Relámpago mental desmantelado.

 
A los viejos les funciona la memoria porque la memoria siempre va para atrás, que es lo que quisiera hacer el viejo pero no con la memoria, sino con su existencia.

(Dedicado a Juan Gabriel Vásquez, autor que ahora estoy leyendo).

jueves, 26 de febrero de 2015

Borrador para proyecto de “Tratado de lo que NO hay que Compartir”.


Hay gente que le gusta compartir.
Quieren compartir las alegrías, y también las penas, los sinsabores y los jolgorios, la comida, la casa, las vacaciones, sus éxitos con el sexo contrario,… lo quieren compartir todo.
Y puede que sea cierto que compartir es francamente bonito, porque eso es solidaridad humana. Pero tiene sus riesgos. Y en esta pequeña reflexión pretendo explicar algunas cuantas cosas que más vale no compartir, tanto por el bien de la propia salud física como la mental y emocional. Incluso por el bien del prestigio personal, que cuesta mucho ganarlo y bien poco perderlo.

Por ejemplo, los cuchicheos o confesiones a la oreja o a media voz.
El que quiere compartir suele empezar diciendo “Me han dicho…” para comunicarte lo que le han dicho y acabar preguntándote “¿Sabes algo tú de eso?”. Existe una variante del “Me han dicho…” que es el “Has visto…” y acabar con cara expectante para oír tu respuesta.
Mal asunto. Recomiendo huir de este compartir. Acostumbra a traerte malas noticias, o noticias inesperadas y por ello peligrosas, y siempre acaban comprometiéndote, porque la siguiente vez que el que desea compartir lo haga con otro (que será de forma casi inmediata) te va a involucrar como uno de los principales actores del tema (“Pues fulanito me acaba de decir…”), y ya estás liado y formas parte del problema.

Hay quien gusta de compartir los platos que se solicitan en un restaurante o que la anfitriona o anfitrión sirven en esa mesa a la que estás convidado.
¡Escápate como puedas de ese compartir!
Imagínate que sirven una rica y calentita sopa de cebolla, y que el que quiere compartir luce un frondoso bigote, por poner un ejemplo ilustrativo. El tipo prueba la primera cucharada, lanza un “riquísima” de alta sonoridad para que todo el mundo se entere, y te ofrece probarla.
Tú, hace unos segundos, has visto como al probar la sopa le goteaba al plato desde su boca parte del contenido de la cuchara, porque estaba tan caliente que se quemaba y abrió ese poco los labios pero suficiente como para devolver parte al plato, y además en la cuchara sumergió su bigote blanco teñido de amarillo por la nicotina de sus cigarrillos. Además, como que ese comensal está junto a una lámpara, al contraluz has visto como escupía minis pero múltiples salivazos con dirección al plato al cantar “buenísima”,… ¡y ahora quiere y se empecina en que tú pruebes la sopa vomitada, sus escupitajos y sus pelos amarillos de su morro!
Escápate como puedas, dile que la cebolla por la noche te sienta mal, que tienes ardor de estómago,… pero no compartas la sopa, por favor, que te provocará una nausea y te arruinará tu comida.

Imagínate que te acaban de servir tu plato de guisantes de temporada en uno de tus restaurantes preferidos, y el plasta del compartidor te dice, sin esperar la respuesta porque ya lanza su tenedor sobre tus guisantes, ¿me dejas probarlos que tienen una pinta que da miedo?.
Evítalo aunque sea con alguna violencia, como darle un golpecito sugiriendo la retirada al tenedor, pero sé inflexible, porque acabas de ver que el tenedor que se dirige hacia tu plato es el mismo con el que el compartidor acaba de hurgarse las encías para limpiar lo que allí se ha metido sin mediar permiso previo.
Si le permites robar tu plato, ¡cada guisante que te comas será como chupar la encía de tu comensal vecino!

Y obvio asesorarte sobre compartir bocadillos, porque además de ser una cochinada es muy posible que aquel a quien le ofrezcas probar tu bocata le pegue un muerdo que te deje casi sin, y encima se descojona de risa y te dice, “perdona, chico, es que está delicioso”, y tú te quedas con una cara bobo que friega el suelo, y además no te enfades que es peor.

Y, antes de que se me pase, sobre todo no se te ocurra, por lo que más quieras, compartir un plátano.
Si ya de por sí tiene un olor tan intenso como desagradable, y el gusto es pastoso y pegajoso (sólo lo comen los monos y los tenistas, por aquello del potasio, aunque mira que es fácil tomarse disueltas un par de pastillas de Boi-K, caray) imagínate darle un bocado al otro: te dejará todos sus dientes amarronados marcados en la fruta fálica, y si tienes una imaginación calenturienta, pues ya te has complicado la existencia.
Si el compartidor te pide un mordisco, regálale lo que quede de plátano.
La excusa es sencilla: “termínatelo tú,…para lo que queda”, y te ahorrarás visiones truculentas en tu cerebro y pesadillas nocturnas, sin duda  alguna.

Y ya que estamos con el tema de la manduca, intenta evitar, aunque en este caso es francamente difícil porque corres muchos riesgos, compartir una barbacoa.
Lo que sucederá ya lo sabes: a ti te tocará cocinar, porque “Mira que hace bien el pollo el muy cabrón”, y no te podrás negar.
Y mientras tú te asas junto a la barbacoa, sudas como un marrano y de tanto en tanto te tuestas los dedos de las manos, el resto estarán sentados en la mesa a la sombra de una magnífica sombrilla tomándose unas cervecitas bien fresquitas y lanzando graciosamente algún “Venga, titi, que es para hoy”, “Hazlo bien, ehhh Pepe, que para eso te dejamos el honor de ser el cocinero”, “Mi costilla bien pasada, por favor”, “Mi butifarra que no se torre, no muy hecha, que ya sabes cómo me gusta a mí”,…
Y cuando sirves la fuente con la carne te dicen contentos y orgullosos que te han guardado aperitivo, o sea, una almeja sin la salsa picante porque alguien la ha churrupado, “que así entra la cerveza que no veas”, un mejillón escabechado que parece una cría o un aborto del molusco por la pinta enana y mal parida que tiene, tres patatas fritas, y la cerveza que ya se ha calentado, y aún Mari Pili te dice “Pásame más el pollo, Pepe, que está poco hecho”. Y tú se lo pasas, renegando de su madre pero se lo pasas, y cuando al final te toca ya comer, te han vuelto a dejar los restos de las costillas y de las butifarras y de las patatas asadas, pero por supuesto… ¡frías!
Mal asunto compartir barbacoa, mal asunto.
Claro que ya apunté que si la evitas, que es lo que hay que hacer, debes asumir comentarios de esta índole: “Está raro Pepe, últimamente”, “Sí, creo que no le van demasiado bien las cosas”, “Bueno, ya sabes, esas cosas que a veces pasan…” (y nadie sabe ni qué son las cosas ni cuándo pasan, pero se da por sobreentendido que a ti te ha sucedido). Es la penitencia del que no quiere compartir barbacoa con los amigos. No tiene más importancia, porque a la próxima te vuelven a invitar y se repite el círculo vicioso.
Así que,… tú decides.

Y, de repente, un día, te das cuenta de que sólo faltan unas semanas para empezar las vacaciones de verano.
¡Pon todas tus alertas en funcionamiento!
No dudes de que te va a llamar en cualquier momento Juan, o Luis, o Paco, o Carlos ( y si no es a ti, pues llamarán Mari Pili, o Rosa, o Carmen, o… a tu mujer), para compartir las vacaciones. El comentario, telefónico o cara a cara, siempre es el mismo: “He tenido una buena idea, una Gran Idea, Pepe: Podríamos Compartir Las Vacaciones, porque como nos llevamos fenomenal nos los pasaríamos de muerte todos juntos, nosotros y los niños. Venga, vamos a ponernos en marcha y las organizamos, que de este año no pasa y estas cosas hay que hacerlas así, a la voz de ya”.
Como decimos los catalanes “cagadeta, pastoreta”. En pedestre, ¡ya te han jodido las vacaciones! Y en castizo peninsular, “La cagaste, burtlancaster”.
Se te vienen encima noches de insomnio primaveral pensando en el horror del verano que está al caer, dando vueltas en la cama intuyendo el esperpento de compartir desplazamiento en avión, coche, tren,… y luego el  hotel, el cámping, la montaña, la playa, las excursiones,… ¡y las barbacoas!
Y llega el verano, y el mismo día del viaje observas que mientras tú y los tuyos os habéis esforzado en hacer un equipaje ligero, tus amigos llevan maletas, bolsas y bolsos, mochilas, cajas,… y empieza el horror, porque además de cargar con lo tuyo tienes que ayudar a cargar con lo de los compartidores, y se te empieza a poner un humor que para qué contar.
Y llegas al Hotel y te toca la habitación que da a un patio interior porque tu amigo se queda con la que da al mar porque él es la primera vez que pasa allí las vacaciones y tú ya has ido otras veces, y por eso él decide dónde se instala él y lo suyos y dónde tú y los tuyos.
Y en la habitación le dices a tu mujer “Creo que nos hemos equivocado, Marta”, y ella te mira condescendiente y te responde “No pasa nada, Pepe, ya verás, todo mejorará, y al final nos lo pasaremos genial”, y tú te das cuenta de que el histerismo avanza por tu cuerpo a pasos agigantados, que controlas con dificultades, porque te están dando ganas de darle hasta un guantazo a tu mujer por pusilánime, por bondadosa en exceso, por conformista, y eso te irrita más todavía.

Y podría explicar ahora lo que ya sabéis que sucederá al día siguiente, en la playa, con las toallas, con los niños que se van a pelear entre ellos, con el aperitivo de la nevera portátil, con las cremas de protección solar,… pero como que ya lo sabéis, me lo ahorro por ahora.
Compartir las vacaciones: asunto serio, complicado, difícil, problemático,…
¿Mi consejo? Vete de vacaciones tú solo. Como mucho te pelearás contigo mismo, y eso se soluciona con cierta facilidad. Un buen cubata te reconcilia inmediatamente. No hace falta más.

Me doy cuenta de que yo mismo me he puesto tenso al redactar este asunto de las vacaciones compartidas.
Así que voy a bajar el listón por mi propio bien.
Afortunadamente el progreso se pone de parte de los no compartidores en ciertas y contadas ocasiones, pero algunas existen.
Porque no hace muchos años, cuando conversabas con un amigo o un conocido y éste estornudaba escandalosa e inesperadamente y le quedaba la gardela colgando de las narices, era de buena educación ofrecerle tu pañuelo de tela, que dormitaba impoluto y bien planchado en tu bolsillo, y claro, te lo devolvían con un “gracias” sentido, eso sí, y agradecido, pero hecho unos zorros, y te daba un asco de arcadas metértelo de nuevo en el bolsillo, pero la buena educación te impedía tirarlo en la papelera más cercana por lo menos delante del compartidor, por lo que indefectiblemente pasaba por tu bolsillo antes de que te pudieses deshacer de él.
Es por ello que hay que estar agradecidos, y mucho, al Sr. Kleenex y su fábrica y a sus posteriores imitadores, porque su producto se ofrece igual que el viejo pañuelo pero no exige devolución. Se lo queda el compartidor, y sin pudor alguno se lo introduce en su bolsillo. Y tú puedes pensar en tu interior: “Qué se coma sus mocos, coño!”
En esta ocasión, el progreso y la modernidad es una bendición porque no hay que compartir en estas ocasiones.

Otra actividad que normalmente demanda de compartidor y compartido es la pesca. Y eso a pesar de que el arte de la pesca, tanto en su variable fluvial como marítima, ofrece grandes oportunidades para la reflexión, la introspección, la degustación de la propia soledad, el ensimismamiento en la naturaleza y el goce de la misma. La pesca parece el antónimo del compartir, por su individualidad, pero no es  así.
Porque presenta en lo más recóndito de su núcleo el componente maléfico del compartir. Y es espantoso. Terrorífico.
Jamás se te ocurra decir en público o petit comité que el fin de semana te vas a pescar, porque te cubres de gloria hasta las orejas.
Se te apuntará algún amigo, amigote diría mi madre, que por supuesto no tiene n.p.i. de pescar, y lo hará bajo la fórmula: “Te acompaño..”, así que no te deja escapatoria posible, “.., que me hace mucha ilusión…”, es decir, la tranquilidad que perseguías a tomar viento, “…porque no lo he probado nunca”, lo cual te dice a las claras que te acaba de arruinar el fin de semana porque no hará mas que una chorrada detrás de otra y además precisará un sinfín de veces de tu ayuda.
Y como te lo digo, ocurre.
No sabe cómo ponerse las botas de goma hasta las ingles, no sabe cómo hacer el nudo del anzuelo, o se lo clava en la yema del dedo y no hay quien lo saque de ahí y aquello sangra que no veas, y te dice “Cuidado, collons, que bestia que eres, tío, que esto duele”, como si tú no lo supieses a pesar de llevar más de veinte años pescando, de poner el cebo ni te explico y encima le da asco partir el gusano para aprovechar al máximo las existencias, y cuando le pica una trucha y no sabe sacarla del anzuelo y cuando tú lo haces por él y de paso le enseñas y le das el trofeo, se le escurre de las manos y la trucha vuelve al río y el muy animal del compartidor se lanza en plancha para cogerla, y se empapa de agua helada, y luego tienes que dejarle tu anorak porque está helado y luego lo estarás tú, y cuando se lanzó en plancha además se metió un porrazo de mil par de demonios en las costillas porque había una roca que para qué, y hay que volver al refugio para que se ponga un linimento antes de que se hinche,…

Compartir… bonita expresión cargada de solidaridad.
¡La pesca, NO! Avisado estás.

Podría seguir con muchos más ejemplos esta especie de “Tratado de lo que no hay que compartir”, como manta en la cama o en el sillón, suegra (que es mi caso) y cuñados, habitación de Hotel con un amigo, ropa interior, sombreros y gorros, contraseñas de tarjetas y cajeros, por supuesto secretos, porque dejan de serlo al cabo de escasos instantes, bolsas de pipas en el fútbol o de palomitas en el cine, el paraguas, el gimnasio, libros, CD’s,… pero creo que con los ejemplos que he ofrecido el resto del “Tratado…” ya lo puede redactar cada uno a su propio gusto y, sobre todo, como recordatorio para sí mismo.

Sí quiero terminar el tema con un asunto de extrema importancia, y que tal vez se pueda escapar de los pensamientos y consideraciones de cada uno de los nuevos adictos al no compartir cosas y aspectos como las descritas.

Se trata de tener muy presente que si en alguna ocasión un partido político o uno de sus llamados líderes te propone compartir algo, como por ejemplo sueños, futuro, objetivos, destinos,… brama lo más alto y fuerte que te sea posible, con la máxima contundencia, incluso con expresión malhumorada (no se lo van a tomar a mal porque ellos se ríen de todo y de todos), y a ser posible con una cara de mala leche de la ostia, brama, decía, que NO, NOOOOO, que tú no comparte NADA de NADA, ni con tu PADRE (aunque no sea verdad, pero queda fuerte, que es de lo que se trata), ni con tu PAREJA, porque es una foca (aunque no sea verdad y esté más buena que el pan), ni con tus HIJOS, porque son unos malnacidos y desagradecidos (aunque te desvives por su bienestar y su futuro, y los quieres con locura y total pasión y darías lo que fuese por ellos), ni con… LO QUE SE TE OCURRA, pero que sea impactante, demoledor, definitivo, porque si se te ocurre decir que sí, que COMPARTES, concluirás en escasos días, tal vez horas o minutos, que eres un imbécil de tomo y lomo, un estúpido integral, que eres el campeón del mundo de los memos, que eres un fracasado y un inútil,… y estas conclusiones te llevarán al desespero, al abandono de tu autoestima, a la degradación imparable de tu personalidad, a un final tormentoso de tu existencia,… porque se puede ser panoli, pero tanto, tanto, no, por favor, como para COMPARTIR ilusiones y esperanzas con partidos políticos al uso y sus líderes en absoluto desuso.

Queda dicho y estás más que avisado, que conste en acta !!!

martes, 24 de febrero de 2015

Neuras para (un) neurótico(s).

 
Sí, te quiero a pesar de tus neuras, porque si te empeñases, tú y todos (creo) en no tenerlas y ser perfecto, el precio que pagarías, tú y todos (creo), es la felicidad (la ausencia de la misma), o la porción de la misma que seas capaz de alcanzar (tú y los demás).
Por eso quiero y acepto tus neuras (y las mías y las de los demás).
Los cursis y los domesticados por el lenguaje en boga dirían que de lo que hablamos es de aceptase a uno mismo.
A mí me parece una mierda.
De lo que se trata es de que todos tenemos nuestras neuras, y el que no las tiene es porque practica la idiocia y se ha quedado tan alelado que ya es incapaz hasta de contener la baba dentro de la boca.
Ni aceptarse a uno mismo ni leches. Eso es otra cosa. Y ahora se trata de las neuras propias y de las ajenas.
Son neuras y como son mías las quiero.
Y las de mis amigos y amigas también (las de otros mas lejanos a veces me ponen a parir, pero en un esfuerzo de solidaridad hago como que las soporto, y sobre todo si coincidimos en un lugar físico, como un bar, un cine, un restaurante, que es cuando se manifiestan más insoportables).
Cada neurótico es feliz con sus neuras, y si no las soporta deja de ser feliz, o pierde esa porción de felicidad que a veces consigue.

Y si no estás de acuerdo con lo que digo, pues no te preocupes, a que a mí me la trae al pairo, porque es más que posible que todo este asunto no sea más que una de mis neuras de neurótico.

domingo, 22 de febrero de 2015

¿Naturaleza maniquea o antimaniqueísta?

 
Ayer, a media tarde, aquí en la Cerdanya, la naturaleza se mostró a través de un fenómeno maravilloso: el sol anterior al atardecer lucía esplendoroso sobre todo el valle, la Sierra del Cadí y el Valle del Carol, y al mismo tiempo bailaban en una lento descenso copos de nieve pequeñitos que zigzagueaban antes de encontrar su lecho en la hierba de mi jardín.
Nevaba, no excesivamente, pero nevaba mientras lucía un sol de cobre porque se acercaba con parsimonia a su escondite en el horizonte.

Se detuvo mi mente para contemplar los finos hilos de hielo de los copos que despedían iridiscencias silenciosas de múltiples colores.
El espectáculo era de una cadencia espiritual y etérea, armónica, colores vivos danzando en minúsculos guiños de luz ante un paisaje de elevadas cumbres oscuras de nieve blanca que parecían querer resaltar las tonalidades cambiantes de las agujas de hielo de los bailarines copitos de nieve.

Al contacto con la palma de mi mano estallaban los copitos de nieve y sus colorines, al igual que las pompas de jabón con las que juegan y ríen y disfrutan los niños.

Un copo de nieve recuperó el movimiento de mi mente y pensé que el persa Manes volvía a estar entre nosotros.
Pensé que la naturaleza lanzaba un mensaje maniqueísta en la convivencia del sol y la pequeña nevada.
¿O era precisamente lo contrario, un alegato antimaniqueísta?

De cualquier forma, y al margen de mis elocubraciones, la naturaleza volvía a enseñar que ni la noche es tan oscura ni el día tan claro, que ni la noche es el reino del abismo ni el cielo el paraíso de la luz y la alegría, que lo bueno y lo malo conviven y coexisten sin necesidad de que uno se imponga al otro, porque que ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Y que además, lo que es ahora, que es un instante, no lo es después, porque luego ya es otra cosa y otra instancia.

Hoy nieva, y bastante más que ayer, cuaja en el jardín, pero hoy el día es gris, de un maravilloso gris estaño.
Ayer era día de colorines del histérico caleidoscopio y hoy es flemático como una lámina de plata.
Creo que la naturaleza no escuchó ni a  Manes ni a sus maniqueístas, más bien al contrario.

¡ Asombrosa naturaleza !

sábado, 21 de febrero de 2015

Una ranita muy bonita y un sapo que no era guapo.

 
Esto no ocurrió hace mucho tiempo,
por lo que para recordar lo que me contaron
y que ahora yo a vosotros os cuento,
no preciso en exceso de la memoria
y estoy seguro que os gustará mucho esta historia.

Había una vez un sapo que chapoteaba despistado, incluso como algo aturdido porque parecía entristecido, por los pantanos y las ciénagas, y se encontró con una rana ranita rana a la que así había que llamar porque la rana ranita rana cantaba de forma tan divina que los atardeceres se silenciaban para escucharla, y porque las letras de muchas canciones tienen estribillo que se suele repetir periódicamente.
Y por eso y de ahí, rana ranita rana.

No, no es así.
Fue al revés.
Y las cosas hay que explicarlas tal y como sucedieron.
Las cosas empiezan por el principio y acaban por el final.

Fue la rana ranita rana la que encontró al sapo que no era guapo.
Lo encontró porque los anfibios, para comunicarse, disponen de sistemas de comunicación muy avanzados, como por ejemplo inflando los carillos o también intensificando sus colores para llamarse entre ellos, o despidiendo olores especiales que cambian según lo que se quieren decir, y en el caso de las ranas disponen de un oído finísimo para encontrar a los sapos, incluso a los que no son guapos.
En resumen, tienen sistemas mucho más potentes que los humanos que antes lo hacíamos cara o cara, o por teléfono y correo postal, y ahora ni nos vemos porque lo hacemos por internet, e-mail, y otras cosas modernas y raras como guasap, yutub, gugel, tuiter, viber,… y sólo vemos pantallas en la que escribimos cosas que otros leen y así nos comunicamos y, sin embargo, las ranas y los sapos ya habéis visto la cantidad y la calidad de instrumentos personales de que disfrutan para comunicarse entre ellos sin necesidad de máquinas impersonales, que llegan hasta a disfrazar, esconder, engañar y confundir sobre los sentimientos y las cosas que se quieren decir.

Es así como comenzó esta historia. Ahora sí estamos empezando por el principio.

Pues ocurrió un día que la rana ranita rana sintió un deseo enorme de comunicarse con algún sapo, pero buscaba un sapo que fuese diferente a otros que ya había conocido porque para más de lo mismo no hacía falta hacer nada, porque sapos ya aparecían en su charca, y para buscar a un sapo diferente se puso a croar cantares al llegar el atardecer que es la hora en que llega también la tranquilidad después del ajetreo del día, y coincidió que el sapo que no era guapo hacía tiempo que al llegar la puesta del sol, y estando él en su pantano, le abordaba una tristeza y una nostalgia abrumadoras, y al oír ese croar divino de alguien que seguro que era de su misma especie se quedó extasiado, inmóvil, como anestesiado, paralizado.

Así que ambos, la rana ranita rana y el sapo que no era guapo, apostaron la una por cantar más alto que nunca para ser oída por un mayor número de anfibios y el sapo que no era guapo decidió estar muy atento para ver si lograba identificar de qué charca procedía aquel maravilloso croar que lo tenía cautivado.

¡ Y lo lograron !

Resultó que la rana ranita rana olió los aromas y perfumes que despedía el sapo que no era guapo, y el sapo que no era guapo oyó el divino cantar que seducido le tenía, y le pareció detectar que la charca que habitaba la rana ranita rana no estaba cercana a la suya pero tampoco muy lejana.

La rana ranita rana cantó con toda su fuerza hinchando al máximo sus pulmones, y le contó al sapo que no era guapo dónde vivía y qué hacía, y el sapo que no era guapo con las esencias que despedía de su cuerpo otras cosas le explicó.

¿Y sabéis qué descubrieron?
¡ Pues que eran especiales y diferentes a casi todos los de su especie !

Las diferencias eran evidentes, pero como que cada uno estaba en su charca y no se veían, pues era difícil que lo averiguasen, y para ello tenían dos posibilidades: o se conocían personalmente, o bien se lo contaban en esos atardeceres en los que se comunicaban.
Y esta segunda opción es la que decidieron: se contaron infinidad de cosas en sus largas conversaciones que duraban hasta casi cuando llega la oscuridad y empieza a reinar el silencio de la noche.

La rana ranita rana le explicó al sapo que no era guapo que era una rana, o sea, una hembra, y el sapo que no era guapo se emocionó tanto que estuvo toda la noche sin atrapar un solo mosquito, por lo que se quedo sin cenar.

Os preguntaréis qué que hay de excepcional en ello, en que la rana ranita rana explicase que era una hembra.
¡Pues muy fácil! Bueno, para ser justos, muy difícil.
Os lo explico: en el  mundo de las ranas y de los sapos los que croan son los sapos, los machos, y las ranas, las hembras, son casi siempre, salvo raras excepciones, completamente mudas.

Por tanto, el sapo que no era guapo estaba ante una rana que croaba cantos maravillosos que a él y a otros muchos embelesaban, porque recordad que en muchos atardeceres se hacía el silencio en todas las charcas de los alrededores porque el mundo animal entero se deleitaba con aquellos dulces cantares.

De la emoción el sapo que no era guapo se había quedado casi tan mudo como las hembras de su especie, así que la rana ranita rana tuvo casi que exigirle que le correspondiese, que le contase alguna cosa sobre sí mismo.

El sapo que no era guapo dudó si explicar lo que quería explicarle, porque pensaba que si ella era tan diferente él jamás podría igualar la singularidad de la rana ranita rana.
Pero infló todo lo que pudo su pecho y emitió un fuerte olor que poco tardó en llegar a la charca en la que sobre un nenúfar cantaba la rana ranita rana.

¡Y la hembra de anfibio casi enloquece de la alegría cuando conoció, a través del olor que a ella le llegó, el mensaje del sapo que no era guapo!

¿Qué cuál era el mensaje?

Pues que el sapo que no era guapo le estaba diciendo que él también era especial porque a diferencia de los machos de su especie, él… ¡no tenía verrugas en su cuerpo!

Pensad que casi todos los sapos tienen el cuerpo lleno de unas verrugas gordotas, y además las lucen convencidos de que eso les da personalidad y categoría, pero el sapo que no era guapo carecía de ellas. Tenía otras virtudes, pero no verrugas.

Esperó ansioso el nuevo cantar de la rana ranita rana, y al poco tiempo le llegó el mensaje de que estaba entusiasmada y que por favor croase alto y potente para que ella escuchase su voz de sapo diferente, porque eso era lo que desde un primer momento estaba buscando, porque para más de lo mismo no hacía falta hacer nada, ni conocer más sapos, pues como era normal en su charca ya había muchos, pero todos iguales igualitos.

Entonces el sapo que no era guapo croó con todas sus fuerzas, que no eran muchas en aquel momento porque estaba nervioso, y si ya chapoteaba por su charca desde hacía un tiempo como despistado, aturdido, como entristecido, ahora la ilusión lo desbordaba y temía que su croar no estuviese acorde con el esperado por la rana ranita rana.

¡Pero la rana ranita rana cantó de forma angelical, divina, y le dijo en su cantar que debían conocerse en algún momento, no sabía cuándo ni dónde, porque si aquello estaba pasando y era realmente realidad, algo quería decir y aquello así no podía quedar!

Se despidieron, los dos muy contentos y felices, porque la noche ya dominaba el cielo, el sapo estaba muerto de hambre porque no había cenado, y los dos debían descansar porque al día siguiente había que trabajar.
Y se emplazaron a seguir con sus conversaciones al siguiente anochecer, cuando se retira el sol y no ha llegado todavía la noche y se ve luz difusa en la línea del horizonte.

Durante la noche el sapo que no era guapo no podía conciliar el sueño de lo nervioso que estaba, y daba vueltas en su acomodo bajo tierra pensando las muchas muchas muchas horas que quedaban para que desapareciese la noche, despertara el sol, iniciará su camino de este a oeste para volver a descansar y dar paso a su amiga la luna, y entonces sí, entonces otra vez podría dialogar con su nueva amiga la rana ranita rana.
¿O no?
¿Y si la rana ranita rana no volvía a cantar y nunca más sabía de ella?
Pero enseguida desestimaba esta idea, porque le había parecido que la rana ranita rana era sincera, y si le había dicho que estaba ilusionada por haber contactado con él, pues no iba a ser mentira.
Y mientras todo eso y muchas cosas más cavilaba, finalmente se durmió.

La rana ranita rana, por su parte, decidió quedarse a dormir en el nenúfar en el que se mecía en su charca, porque ese rítmico movimiento pensó que le ayudaría a tranquilizar su espíritu exaltado por su conversación con el sapo que no era guapo, pero… ¡tampoco conseguía dormirse!
Estaba inquieta, nerviosa, feliz pero intranquila, con las ideas de su cabeza algo desordenadas, y si hubiera podido, para calmar sus nervios, se hubiese mordido las uñas, pero como que las ranas no tienen uñas ni tampoco dientes, pues se chupaba con fruición y empeño los dedos de sus manos, pero ni así conseguía dormirse.
Además, a acusa de la excitación que tenía le picaban las piernas y no podía resistirse a rascárselas. Eso le calmaba un poco los picores, pero entonces le asaltaban rampas en esas patitas largas que tienen las ranas para dar grandes saltos, y tenía que estirarlas continuamente para que las rampas desapareciesen.
Y de repente, se dio cuenta de que las estrellas estaban difuminándose y que una tenue claridad asomaba por todo el manto celestial.
¡No había podido dormir en toda la noche!

Pasó el día, que tanto a la rana ranita rana como al sapo que no era guapo se les hizo largísimo, eterno, y cuando ya quedaba poco tiempo para que el atardecer asomase, los dos, desde sus respectivas charcas, intentaron calmar su espíritu porque ambos cayeron en la cuenta de que el corazón se les salía del cuerpo, vamos, como decimos los humanos habitualmente, el corazón se les escapaba por la boca.
¡Tal era el estado de nervios y de ilusión que ambos tenían por volver a encontrarse y retomar su diálogo lejano!

Ya oscurecía, y el sapo que no era guapo hacía ejercicios de respiración para ventilar su cuerpo y así poder enviar olores agradables a la rana ranita rana, y mientras pensaba si hacer volar en la dirección que ya sabía un croar poderoso para llamar la atención de forma más urgente, en ese mismo momento la brisa le regaló unos cantares ligeros y llenos de risas y sonrisas, y no tuvo ninguna duda de que la rana ranita rana allí estaba para hablar con él.

A la rana ranita rana le llegó toda la comunicación del sapo que no era guapo de golpe, perfumados olores de macho y un croar que le decía que seguía muerto de hambre porque todo el día  en ella había estado pensando, y hasta de cazar mosquitos para alimentarse y también vigilar su territorio se había olvidado, y eso le dio tanta tanta tanta alegría, que ni se acordó de rampas y picores, y con sus extremidades saltó del nenúfar al agua y de allí a una brizna de hierba y de allí de nuevo a otras hojas flotantes de su pantano.

Y hablaron de todo lo que se les ocurría.
Y ambos se rieron mucho y de muchas cosas, y de repente se rieron a anca suelta, que es típico de los sapos y las ranas, porque se apercibieron de que sus acentos eran los propios de cada una de sus ciénagas, y se les notaba en muchos momentos, como cuando la rana ranita rana empezaba a convertir las ges en jotas, o decía que estaba encantada de los nervios o que en su casa no se podía ni rebullir, y el sapo que no era guapo le decía que cualquier día de esos venía a conocerla, o que empezaba a echar a faltar mosquitos en su barriga, o que en su casa encendía la televisión y la luz, o…

¡Y era normal!
Porque la rana ranita rana solía hablar en su zona muchas veces en alemán y el sapo que no era guapo en su pantano hablaba en polaco, y eso contagia en muchas ocasiones el idioma común, que es en el que charlaban y que como es normal era el idioma anfibio.

Durante muchos atardeceres y muchas noches estas conversaciones se repitieron, y le cogieron tanta afición y les daba tanta alegría que se buscaban muchos días en otros momentos: por la mañana, a primera hora, para darse los buenos días, en la comida para desearse buen apetito, por la tarde para comentar los avatares del día, a la hora de la cena para conocer que iba a comer cada uno de ellos, antes de dormir para desearse un feliz descanso,…

Hasta que un buen día, de nuevo la rana ranita rana cogió la iniciativa: ¡le dijo al sapo que no era guapo que iba a emprender viaje hasta la charca que él habitaba, pues había llegado el momento de conocerse!

Y así lo hizo.
Nadó, chapoteó, buceó, saltó, se impulsó con sus patitas saltarinas… con el objetivo de llegar cuanto antes al pantano del sapo que no era guapo, porque tenía muchísimas ganas de conocerlo en persona.

Y por fin, llegó.
¡Y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que toda la charca del sapo que no era guapo estaba adornada para ella de flores amarillas, sus preferidas, como rosas mosqueta, narcisos, girasoles, crisantemos, tulipanes, claveles,…

Y antes casi de presentarse, el sapo que no era guapo empezó a hacer “sapilladas”, porque aunque era ya un sapo maduro en muchas ocasiones gustaba de hacer disparates, al estilo de los chiquillos que hacen chiquilladas.
Y la primera fue acercarse a la rana ranita rana y plantarle un beso de cocodrilo a modo de bienvenida y como para sellar su recién nacida amistad.
Para los que no lo sepáis, el beso del cocodrilo es un beso de frente y a ciegas, como suelen hacer las personas, y eso a causa de que los cocodrilos tienen el morro largo y los ojos a los lados, por lo que darse un beso de lado les resulta como muy complicado.

Tras la sorpresa inicial que el sapo que no era guapo percibió en la carita de la rana ranita rana, inmediatamente le pareció detectar un cierto rubor y un ligerísimo temblor en todo su cuerpo, por lo que decidió continuar con sus “sapilladas” y la cubrió con todo tipo de besos, como besos tímidos, que son afectuosos y que a veces provocan mareos en quien los da, besos con superpoderes, que son los que hacen sonreír, consiguen encender las mejillas, incluso en ocasiones detienen el tiempo del que los da y del que los recibe, besos delicados, que son como el roce de un pétalo de flor en los labios, y también besos más intensos, como los besos rusos, que se guardan unos dentro de otros.

Tras este caluroso recibimiento, el sapo que no era guapo acomodó a la rana ranita rana en su hogar, y para que descansase y se repusiese del largo viaje que había realizado la invitó a cenar en un restaurante que él conocía, y que tenía la curiosa característica de que se cenaba en la propia cocina del restaurante, lo cual permite observar la limpieza con la que se tratan los alimentos y los utensilios para cocinarlos, así como las habilidades de los cocineros y los pinches en la cocción de los mismos.
Y allí hablaron largo y tendido la rana ranita rana y el sapo que no era guapo, y se explicaron cosas buenas que la vida les había deparado y otras no tan buenas, y así empezaron a construir lo que debía convertirse en una gran amistad y en un gran amor entre los dos.

Cuando finalizaron la cena y la rana ranita rana se había repuesto de su esfuerzo viajero, y el sapo que no era guapo recuperó las fuerzas perdidas en esas noches sin cazar mosquitos por causa de su ensimismamiento en el cante que de lejos le llegaba, decidieron retirarse a descansar para así poder levantarse pronto y visitar todo el pantano que el sapo que no era guapo habitaba.
¡Y, después, bajo el manto oscuro de un cielo sólo manchado de luna y salpicado de estrellas descubrieron que aún siendo animales de sangre fría sus cuerpos esa noche se arrebataron de pasión y su sangre fue de ardiente fuego!

Durante dos días visitaron la charca del sapo que no era guapo, siempre muy juntitos, cogidos de las manitas, dejando escapar de vez en cuando besos cómplices porque se buscaban y piratas en ocasiones porque se los robaban, pero parece que los que los vieron pasear dicen que lo que se dice visitar la charca, visitar de verdad, no lo hicieron, porque se dedicaron a visitarse a sí mismos y sus sentimientos.
Y también todos coinciden en que lo que mostraron es lo que fueron: ¡felices, muy felices!

El sapo que no era guapo, cuando ella tuvo que partir, se quedó en su pantano tan contento y enamorado que olvidó que ellos no dan saltos como las ranas, porque sus extremidades inferiores no están preparadas para ello, sino para desplazarse como caminando, y de un salto ilusionado cayó de espaldas y se partió el espinazo, pero no se enfadó porque cuando se está enamorado todo lo demás lo dejas de lado.

La rana ranita rana regresó a la zonas húmedas que habitaba con la promesa del sapo que no era guapo, pero que a ella ya le parecía lindo, de que le devolvería la visita en cuanto le fuese posible, porque el sapo que no era guapo así se lo prometió a la rana ranita rana, y más ahora que ya sabía, porque lo había comprobado, que no sólo era una rana ranita rana sino que en ella se escondía… ¡una maravillosa y preciosa princesa!

¡Y así fue!
El sapo que no era guapo pero algo lindo ahora visitó a la rana ranita rana que era una preciosa princesa, y dicen los que los vieron que cuando visitaban la charca de ella tampoco observaban mucho porque sus miradas seguían siendo la de él para ella y la de ella para él.
Y cuando descansaban, comprobaron que el milagro ya vivido no había desaparecido, porque sus cuerpos de sangre fría, cuando estaban juntos, eran del color y el calor del hierro líquido, que es hierro incandescente.
Y las visitas a las respectivas charcas se repitieron, y se cruzaron obsequios y regalos, y se amaron y se quisieron y se mimaron en la lejanía y en la cercanía, y utilizaron sus muchos medios de comunicación para estar en permanente contacto, y se felicitaron y se riñeron con cariño cuando la ocasión lo requería, y disfrutaron y rieron en las ocasiones felices que fueron las más, y compartieron alegrías y preocupaciones, y se consolaron en las penas que fueron las menos,…

Y si antes empezábamos por el principio,
que como dijimos es por donde hay que empezar los cuentos y las historias,
ahora sería el momento del colorín colorado porque este cuento se ha acabado,
pero resulta que no va a ser así,
porque esta historia de la rana ranita rana y el sapo que no era guapo no ha finalizado, porque esta historia es verdad y no es un cuento y, además, no ha terminado.

martes, 17 de febrero de 2015

Maldita pregunta.

 
Leo “La Contra” de LV, la leo casi a diario, del 16 de febrero, que trata sobre Manu Brabo, gijonés que dejó los estudios de Periodismo porque se aburría y había comprendido que un solo día de trabajo equivale a cuatro años de Facultad, y se hizo fotoperiodista.
En el 2013 ganó el Premio Pulitzer por sus fotos de la guerra de Siria.

El autor de la entrevista, Lluís Amiguet, le pregunta ya casi al final de su charla por su foto preferida de entre las que le dieron el Pulitzer, y Manu responde: “Me sigue doliendo el dolor del padre que lleva a su hijo muerto en brazos: es una escena de la guerra siria que me persigue”.

A mí me persigue una foto que no hizo una cámara sino mis ojos y la guardaron en una cajita de oro de mi alma.
Es el rostro de mi mujer cuando una noche en el Centro de cuidados paliativos en el que falleció lloró durante un par de minutos, con la lentitud del aceite y en un silencio viscoso, mientras su mano derecha agarraba, con la escasa fuerza que le quedaba, mi mano izquierda, y yo cometí uno más de mis muchos errores en esta vida: le pregunté muy bajito, a pesar de conocer la respuesta, con mi rostro muy cerca del suyo “¿Por qué lloras, Susan?”

No respondió.
Pensé que no respondía porque había dejado de llorar.
Así quise engañarme, porque yo sabía con certeza absoluta que esa no era la causa de su silencio.

¡ Qué estupidez por mi parte !

Maldigo mi pregunta y me maldigo a mí mismo, mientras se me agita el alma y se me humedecen los ojos cada vez que esa imagen aparece en mi cabeza, y eso ocurre muchas, muchas veces.

domingo, 15 de febrero de 2015

Homenaje a un hombre bueno, un hombre de chocolate recio y de dulce nata.

 
Ha muerto un hombre de corazón grande, un humanot entrañable, un sensacional catalán trabajador, amante de las tradiciones de esta tierra, ejemplo de constancia, de los que se acuestan deslomados y amanecen con el alba para con sus manos preparar el mató clásico, y el de Pedralbes, y el chocolate suizo a la taza con churros, y la leche merengada y la crema de almendras, y la crema catalana quemada y toda la repostería de su Granja La Pallaresa de la barcelonesa calle de Petritxol.
Hombre valiente, tenaz, empecinado, con el espinazo doblado cuando las horas pesan hasta en los cuerpos forjados, con la cabeza alta y la mirada franca porque el que lucha con sus brazos remangados mira siempre de cara porque ese es su orgullo.
Esos hombres nobles y rudos son los que han levantado y mantenido ya no su familia sino este país, hablando su lengua y manteniendo sin herrumbre nuestras costumbres frente a los míseros de mirada retorcida y ladina que medran en muchos lugares oficiales de la península y que no saben más que de sí mismos, de su status y su bolsillo.

Ha muerto Magí Cases i Bolló.
Descanse en paz.

Ese hombre me hacía feliz cada vez que lo visitaba o él venía con su hija Conxa a mi casa y decía, casi como para sí mismo, “que macos la Susangna i el Paco, que feliços i que nanos més fantàstics que estàn crian”.

Y sonreía feliz como si fuese mi padre, y podría, porque era el padre de todos.

Magí, yo he convivido con la muerte durante cuarenta días y cuarenta noches.
Yo sé lo que es el sufrimiento del ser querido al que ronda la guadaña.
Ahora que tú ya te has reunido con la gente buena para toda la eternidad, ahora que ya estás con ellos, te voy a pedir un último favor que no es el de los dulces con los que nos obsequiabas a todos los catalanes y a otros muchos que tu calle visitaban, junto a la Plaça del Pi, en el Barrio Gótico de la Ciudad de los Prodigios.

Magí, yo sólo deseo conservar el recuerdo dulce de mis muertos.
De mi madre, que era de silencio y de amor y de la lentitud de la paciencia, del nervio de mi padre que en mi adolescencia me decía que quería hablar conmigo de hombre a hombre y después me pedía le acompañase en sus rezos y yo me negaba porque mi alma no es de plegarias ni de iglesias ni dioses, de mi Susan, que era una soplo de ilusión y alegría y una caricia cada día y cada noche, era un beso furtivo y un amor de sosiego pero también de empeño, amor pegajoso, que se adhería a trocitos y que al final eran tantos que yo era ella y ella yo.

Sólo quiero que llegue la noche y que suene el teléfono y me llame mi hermana Pía para decirme Hola, cómo estás, mi hermana Lourdes para preguntarme que qué hago, esa alemana que me dice Hoooolaaaa, ya estoy aquí, cómo te encuentras, o una zamorana con un habla que hace jotas las ges y que se que me adora, o ese amigo que me busca para que le ayude en sus acciones comerciales porque sabe que mi lengua se adiestró en las artes de la persuasión.

Yo sólo quiero ya llamar a Navarra e imaginarme a la de las tierras del Duero correr al teléfono para que no se corte porque quiere oírme y decirme que tienes gamas de verme de nuevo, a la que trabajó conmigo en el despacho de Recursos Humanos y que cuando la llamo me atiende con un Hola que despide olor a rosas, a Cocó que me dice Hombre, amigo del alma, a tu hija Conxa que acaba de regresar después de pasar unos días en el Pallars y que me espera para comer juntos girella, xoliç y secallona, a mi Vicky que regala sonrisas y que desprende aroma de lucha y por sus poros amor para todos.

Yo sólo quiero levantarme y ver el sol, y el mar, y la nieve de las montañas y el viento gélido del invierno. Y cómo las nubes huidizas se deshacen, blancas como tu nata, en su cielo azul cielo.
Yo sólo quiero regalar mermelada de naranjas amargas robadas en las calles y de ciruelas del viejo árbol de Enveitg a mis amigas y a mis amigos.
Yo sólo quiero ir al Bar y tomarme una cerveza y que los parroquianos me digan Hola, Paquito, que gusto tenerte con nosotros.

Yo sueño para que llegue la noche y me llamen mis amigos y me cuenten cómo les ha ido el día.
Yo sueño para que la vejez que se me aproxima o los años no me hagan huraño.

Yo suspiro con la llegada de la noche porque entre las sábanas me parece encontrar el calor y olor que me contagiaba mi amada.

No quiero más.

Pero hay momentos que tengo un frío de sepulcro.

Magí, si un rato en tu descanso te acuerdas de este ruego, tú que eres experto en dulces y en trabajar con la sapiencia de los artesanos, como el “menjar blanc” que nos preparabas, envíame algo de tu sabiduría para que yo me dedique hasta que también me acerque a vosotros a encontrar y regalar la paz que tú ofrecías a los que consumían tus maravillas en la calle Petritxol.

Descansa en paz, Magí Cases.

jueves, 12 de febrero de 2015

Crónica de carnaval de El Grito de la Lechuza.

Hoy es dijous gras, en catalán, jueves lardero, en castellano.
Hoy empieza el carnaval, carnestoltes en catalán.
Y a la Lechuza sólo se le ocurre decir: “ ¡Y tanto que empieza carnaval!”.

Pedro Sánchez echa a Tomás Gómez por un tranvía de nada. Tomás Gómez y los suyos dicen que a ellos no los echan, que si hace falta llegarán a los tribunales. O sea, el PSOE echa humo, porque se quema.

Durán i Lleida se medio pelea y afea a Convergència que se abstengan de votar en el tema yihadista conforme a lo acordado unas horas antes. O sea, la Federación se quema y empieza a oler mal por todos sus poros.

Monedero, que por confusión en el registro así lo apellidaron porque su apellido real creo que es el de Billetero, asesora a dictadores de países sudamericanos y no cobra casi ná, sólo una jartá. Los que tenían que renovar esta podredumbre parece que van de lo mismo que los de antes. Mal vamos.

Los de Izquierda Unida no saben ni si son de izquierdas y encima lo que no están es unidos. Y en el caso de mi tierra, Catalunya, no sabe no como se llaman, porque va de algo como de Izquierda Unida yLos verdes Reunidos en Ecología Política Asimétric, o algo tan impronunciable como esto.

El nuevo Rey de las Españas se rebaja el sueldo un 20% porque quiere ser llamado “El magnánimo”, o el “Dadivoso”, vamos, digo yo, pero mientras le seguimos pagando, tú y yo, almuerzos, cenas, comidas, viajes, trajes,… y……. (me callo, que todos los Borbones cojean de lo mismo, y yo me paso en mis comentarios muchas veces).

Andorra bloquea las cuentas de Jordi Pujol hijo. Y le quedan seis o siete más, ¿o son ocho, si contamos al Honorable como dice la Camascle?

Wert sigue haciendo lo suyo, es decir, de Wert, y ahora dice que cada CC.AA. fije el precio de los másters según la renta, y yo, que soy Lechuza auténtica, me pregunto: ¿la renta de quién?: ¿de los padres? ¿de los estudiantes? ¿de sus primos hermanos? ¿de sus abuelos? En otras palabras, Cursos para ricos y Cursos para pobres.
Es la igualdad de oportunidades, según ellos, que abrazan la desigualdad.

Y la guinda del pastel: Uma Thurman, que es (era) bellísima, decide seguir los consejos de la de “La Camarga” al ponerse en manos de la cirugía plástica y  estropearse un rostro divino. Y encima parece que está contenta, como un tal Mariano con sus mejoras económicas, que son suyas y de los suyos, porque los demás no nos hemos enterado de nada, y somos unos cuantos millones.

Conclusión: SE LO PONEMOS A HUEVO !!!
Al P.P, claro, para que repitan y sigan con sus medidas, que resumo en una frase del tipo de la CUP, David Fernández, que me parece acertada: “En la prisión los pobres nunca salen, y los ricos nunca entran”. 

Así es esto, y así permitimos que siga siendo.

El Cronista de la Lechuza.

lunes, 9 de febrero de 2015

Píldora de la luna de los lunes.

 
Píldora de la luna de los lunes.
Cavilaciones, reflexiones e introspecciones.

“Hay una humanidad solitaria que profesa la perplejidad como una virtud de la que extraer algo de sentido”.

Felipe Hernández Cava.
Premio Nacional del Cómic.



Yo milito en esas filas, en las de los perplejos.
Y voy a intentar justificar mi militancia.

Hay lugares en nuestras ciudades, las del siempre mal denominado mundo occidental, en los que entras y te pides una tapa o un tentempié y el proceso es el que sigue: primero LO PAGAS, después te buscas una mesa donde sentarte, después recoges tu plato y habitualmente el vaso, que suelen ser todos ellos de plástico, “dios nos libre”, y los debes tirar en la basura.
O SEA, TODO, TODO, LO HACES TÚ,… PERO PRIMERO PAGAS (ejemplos fáciles: MacDonalds, Burger King, Kentucky F. Chicken,..).

Resumen o conclusión de por qué yo milito en la perplejidad: ellos reducen sus gastos, como por ejemplo en personal, pero de ninguna manera los repercuten en el precio que te aplican a ti, que eres EL CLIENTE, sino que encima te fuerzan a trabajar para ellos.
Siempre te queda la opción de no ir a esos lugares, claro, y eso es lo que yo hago.

Pero es que a veces no puedes evitarlos, tal es su dictadura: vas a repostar gasolina para tu auto, ¡y también te la pones TÚ!

O bien vas al IKEA, por aquello de que la economía obliga, y recorres su tienda por un pasillo y en una dirección que es la que ellos quieren, y sales por donde ellos deciden, y si se ha dado el caso de que compras algo lo recoges TÚ en su almacén, lo transportas TÚ hasta tu domicilio, y para acabar te lo instalas en tu casa TÚ.
Y encima, PAGAS, porque lo pagamos todo!!!

Ver para creer !!!

Por eso mi militancia en la perplejidad!!!
¿O es que hace falta algo más para alistarse en ella?

sábado, 7 de febrero de 2015

Listado de las cosas que no puedo soportar y otras que no sé hacer bien (vamos, que las hago fatal).

 
Un día la dije a una mujer que es amiga muy amiga mía y que suele leer mi blog que iba a hacer un listado de las cosas que me sacan de quicio, vamos… que me ponen a parir y de un mal café que no hay quien me aguante, y mi amiga muy amiga me dijo que le parecía una idea muy divertida.
Por ello, a ella le dedico esta(s) narración(es).

Y resulta que conforme anoto algunas de esas cosas me doy cuenta de que hay otras que ya puedo yo esforzarme que me resulta imposible hacerlas bien.
Y ahora empiezo a relatarlas.
Seguramente no tendrán ningún interés para nadie, pero ahora mismo me divierte y me apetece escribirlas. Así que eso hago.

Y se me acaba de ocurrir empezar a listarlas hoy porque he cogido una bolsa de esas de plástico negro y que creo llaman de basura industrial para tirar la mucha mierda de cosas que son absolutamente inútiles pero que acostumbro a guardar, por un mal entendido sentido del coleccionismo, hasta que debo tirarlas porque si no me expulsan a mí de mi casa.
La bolsa me ha llevado a la lista que voy escribiendo en mi libretita de bolsillo, y la bolsa es la que me ha motivado a empezar esta redacción porque no había manera de separar las dos láminas de plástico hasta que he cogido una tijera para hacer no sé qué y la bolsa ha acabado hecha trizas y se ha quedado completamente inservible para contener nada.
Me he puesto malo de los nervios y he tenido que respirar hondo varias veces antes de matar la bolsa a patadas y blasfemias.
Al final, la segunda bolsa se ha apiadado de mí y se han separado las láminas, pero mis nervios estaban ya tan desquiciados que no tenía ninguna gana de meter en la bolsa nada de nada.
Ya lo haré mañana, que es una forma cómoda de  enfrentase a los problemas, pero qué le vamos a hacer, hay ocasiones en que uno debe ser condescendiente consigo mismo.

Me altera sobremanera estar leyendo un libro y que el tipo que pasa cercano a mí mire con su careto descarado el título de lo que leo, y que encima ponga cara de aprobación o no como si entendiese algo de literatura.
Yo también lo hago, pero yo puedo hacerlo y el otro…¡pues no, coño!

Me pone esquizofrénico que en el corte de la manga de mi camisa, el que va desde el botón del puño y hasta medio palmo antes del codo, se introduzca el pomo de una puerta, porque además de tener que deshacer el entuerto, o sea sacar el puto pomo del interior de la manga, te pega un tirón del brazo de un desagradable que para qué.

Me irrita que después de comerme los fresones con azúcar y vinagre sea el último fresón el que me  meta una de sus semillas entre los dientes.
Tanto cuidado con ellas y resulta que en el último bocado te dejas ir un poco y la asquerosa semillita se introduce entre el diente y la encía, y luego la de dios para sacarla con el palillo que pides y que el camarero, un aliado del fresón, no te trae hasta que te pones rojo de ira y le gritas “los palillos, caray!!!”

Me cabrea que se desborde el cazo de la sopa porque parece que esté esperando a que te despistes con las noticias de la TV de las 21 h. para desbordarse. ¿Será la sopa una inteligencia escondida dispuesta a alterar tus nervios? ¡Y lo que jode no es el desborde, es el cirio que significa limpiar la encimera de la cocina!

Me pone histérico ir al quiosco a buscar un determinado periódico y que el quiosquero, con cara de sorna, te espete un “Precisamente hace unos segundos que acabo de vender el último que me quedaba”.
Y entonces yo lo miro fijamente, porque estoy convencido de que ni siquiera lo ha vendido, se lo ha regalado al tío que llegó antes que yo sólo para joderme. Lo único que aplaca un poco mi mal humor es darme la vuelta para irme, sin el periódico, claro, y decir por lo bajini “gilipollas de mierda, que pases frío en invierno y te ases en verano, borde mamón”.

¿Y qué me dices cuando estás cómodamente sentado en una terracita con tu cerveza y con una moza que te gustaría tirártela allí mismo, y al cruzar una pierna sobre la otra te pillas un cataplín y se te pone una cara de chino borde total, y ella te mira como diciendo “y ahora que le pasa a este imbécil vejestorio”, y tú toses de dolor y con disimulo indisimulado, porque ella se da cuenta de todo, intentas poner el huevo de los cojones en un lugar que duela menos?
La última vez pensé que lo mejor era ser directo y claro, es decir, coger el toro por los cuernos, y dije “me acabo de chafar un huevo”, y me gané un ostiazo de campeonato y un “Maleducado, asqueroso” mientras se levantaba y me dejaba a solas con mi huevo, y tuve que repetir la cara de borde porque los de la mesa de al lado se habían dado cuenta de la escena y me miraban como si fuese un depravado.

Odio con profundidad cuando la última de las pipas de una bolsa te sale amarga y te arruina todo el sabor y esa magnífica sal enganchadita a las pipas que te has comido durante una buena media hora mientras miras en la TV tu partido de fútbol preferido, escupiendo de forma continua como si fueses un chino desubicado en el continente europeo.

O como cuando acabas de ducharte y quieres volver a poner la alfombrita pequeñita de los pies a secar en el borde la bañera y no puedes porque con un pie pisas una punta y la muy cabrona se empeña en hacer más caso al pie que a la mano que la quiere recoger. ¡Qué rabia más horrible, por dios, y con lo que cuesta a esas horas de la mañana doblarse para que los dedos de la mano lleguen al nivel del suelo!

Y qué decir de ese facturita de la tarjeta de crédito de  la gasolinera que sacas de tu bolsillo cuando buscas el pañuelo para hacer la guarrada de poner allá los mocos y luego meterlos en el bolsillo, y miras la papelera y está a cuatro palmos y lanzas la bolita que has hecho con la factura y no entra, no encestas, no se introduce, porque da en el borde y cae al suelo, y entonces tienes que levantarte del sofá y recogerla del piso para meterla en la papelera, y como que estás ya cabreado la tiras con tanta rabia que rebota en algo que hay dentro de la papelera y vuelve a salirse para caer de nuevo al suelo y así hacerte repetir la operación mientras le dices a la bolita de papel algo parecido a “mecagoenlaputamadrequeteparió” olvidando que el papel sale de un árbol que lo parió la naturaleza, y suerte que nadie te ve porque estás solo porque si te vieran sabes que dirían “este tipo está como una chota”.

Y aquí finaliza el Capítulo 1 de esta historia, porque puede ser larga, porque mira que hay cosas que irritan y desesperan. Por lo menos, a mí.

Por tanto, la historia continuará !!!

viernes, 6 de febrero de 2015

Sollozos de arena, granito y mica.

 
Hoy mi llanto es de la arena de la argamasa.
Hoy mi llanto es del granito de las canterías y del negro de la mica,
que  a veces refulge y otras mancha de noche cerrada y pegajosa.
Cada día mi llanto espesa como hijo adoptivo de la oscuridad.

Hoy mis sollozos nocturnos de plomo se adhieren a mi alma
como los mosquitos a los cuerpos desnudos
de recuerdos de veranos sudorosos,
allí donde el mar se deshace desbravado para descansar sus impulsos,
y los amantes desean el café y el ron y la canela de la madrugada,
todo mezclado y quemado en las brasas de los leños de la playa
para recuperar el cuerpo antes bravío y ahora repleto de las humedades del relente,
ya apaciguados los fervores del roce de los cuerpos de fuego ardiente.

Hoy es febrero y el frío domina en el valle de la Cerdanya
y en sus valles y montañas y en los pueblos y en las calles
y también en sus habitantes taciturnos de abrigos de carajillo.

Hoy es el sexto día del mes de la nieve y el hielo,
y también de los seis años y un mes que me caen encima
como una condena de frío de hierro y acero.

Hoy le pido al día que me ayude para recuperar las esperanzas
que durante muchos años me dieron la vida,
y la mañana fría me ha dicho que cuando el sol temple la jornada
a mi estrella del cielo le pida que me otorgue la paz y la templanza perdida,
y entonces ella derramará una lágrima azulada
que inundará el cielo con la luz esperada,
y yo la reconoceré por su llanto de alegría conmovida,
sollozos del amor que en sus días ella me entregó para que lo devuelva
como un regalo acicalado a todos los que lo necesitan.

Y cuando lo consiga,
ella me enviará flores amarillas
para que yo inunde el corazón de una amiga.

Abandonaré la arena y el granito y la mica,
me lo prometo y te lo juro, mujer del cielo,
para poder amar y entregar de nuevo,
y mientras muéstrame su sonrisa
desde las estrellas y desde la noche y el frío del hielo,
y el sol refulgirá para celebrar el fin de la noche oscura.

Y mi alma aliviará y descansará penas que nunca serán de olvido.

jueves, 5 de febrero de 2015

Coger aviones.


 Me encanta coger aviones.

El destino no me interesa.

Lo que me interesa es acercarme al cielo para que mis besos le lleguen más rápidos a ella. Y le llegan volando.
Yo sé que los ha recibido cuando en el avión se hace como un vacío que afecta al estómago, la gente dice que es un bache y con una mano en la barriga se miran con boca de pez y con una sonrisita dibujándose tímidamente en sus caras.
Entonces yo, sin que se me note mucho, sonrío porque sé que la causa es la alegría del beso enviado y ya recibido por ella, que se alegra y da como saltitos en su nube y eso afecta al avión.

Por eso me encanta coger aviones.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Crónica breve e inaudita de El grito de la Lechuza.


 Inaudito !!!

O escoja usted entre los sinónimos que le ofrezco, porque todos son válidos para lo que de forma inmediata les explicaré: insólito, asombroso, increíble, sorprendente, inconcebible, intolerable, reprobable.

¿En que país civilizado el máximo representante de Educación del mismo elabora una Ley sobre educación en las Universidades a espaldas de los Rectores de las Universidades del País?
Respuesta: en ninguno, salvo en España.

Sí, el Ministro Wert (el nombre no lo recuerdo y suspiro por olvidar en breve el apellido) y su partido, ese que se denomina a sí mismo como Popular, deciden la duración de los cursos y los masters universitarios sin tener en cuenta a los Rectores de las Universidades.

O sea, en un ejercicio imaginativo, es como si el Ministro de Sanidad recetase medicamentos contrarios a las prescripciones de los médicos, o viceversa.

Porque resulta que los Rectores universitarios se han unido para declarar que no son partidarios de la reforma universitaria del ínclito Wert.
Si lo prefieren utilicen alguno de los sinónimos (de ínclito) siguientes para adjetivar al Ministro: insigne, prestigioso, afamado, célebre, famoso, ilustre, preclaro.

La única explicación que a la Lechuza se le ocurre sobre tamaño despropósito es que al Partido político de Wert, el P.P., no le interesa la cultura más que para que los ciudadanos del país que dirigen no la tengan, ya que a más cultura más inteligentes y más libres son sus ciudadanos, y eso es contrario a los intereses del P.P.

Como iniciaba la crónica, y por expreso deseo de la Lechuza, acabo como empecé: Inaudito !!!

martes, 3 de febrero de 2015

Muerte de una poeta.

 
Leo en La Vanguardia del 02.02.15 en su página 8 y bajo el titular que da nombre a este escrito que  Shaima al Sabag murió por el disparo de un policía del régimen egipcio porque participaba en una manifestación en memoria de las víctimas de Tahrir del 2011.
Murió por llevarles flores.
Islam Osama, fotógrafo, captó la imagen que muestra La Vanguardia, con Shamima ya con hilos de sangre en el rostro y machas rojas en su camisa, abrazada por Mustafá Abdelal, que la sostiene antes de que se derrumbe por que la vida se le escapa por el agujero de un disparo desalmado.
Después salió a la carrera con el objetivo de que no le requisaran la máquina fotográfica y así poder difundir la muerte de la poeta.

Shamina era militante de un pequeño partido de izquierdas, pero sobre todo y por encima de todo era poeta. No pertenecía al grupo denominado  “Hermanos Musulmanes", los grandes enemigos del régimen, pero no comulgaba con los que gobiernan Egipto, pero eso no tiene importancia, porque lo que era, a lo que pertenecía era a la sensibilidad de la poesía, porque ella era poeta. Nunca llevó ni utilizó las armas, sólo usaba y gozaba de las flores y de la palabra.
Por eso su muerte fue poética.

La foto es de las que te fija la vista y la vista se nubla y no sabes bien si es por rabia mal contenida o por un estremecimiento del espinazo del cuerpo.
La foto es sencilla, y por ello es impresionante. La foto es la muerte hecha poesía en la sangre de una mujer de Alejandría.

Ella, la poeta, aparece serena, recta, tal vez una leve muestra de dolor se escapa de su boca entreabierta, mantiene la cabeza inhiesta como queriendo mirar al frente muy a pesar de que sus ojos ya están a medio cerrar como cuando se apaga una vida, los brazos sobre los hombros del hombre que la abraza y éste descansa su cabeza en el vientre de la poeta como para encarcelar en el cuerpo de la mujer esa vida que desaparece, como si el desvalido fuese él y no ella, la mano izquierda, con las uñas pintadas de rojo y escondido el pulgar, está plácidamente extendida sobre la espalda del hombre que en su atribulación tensa los dedos de su mano izquierda clavándolos en la espalda de Shaima, la mano derecha de la poeta moribunda está recogida sobre sí misma y también sobre la espalda del que la quiere salvar y esa mano no muestra ningún síntoma de crispación, son las manos que escribían la poesía que brotaba de su alma, y por ello son dulces, finas, de dedos estrechos y ágiles, suaves y volátiles.
Dicen que su poesía era sin rima y además de una extrema sensibilidad contenían esperanza y mostraban los dolores de las alas de su alma de poeta.

La fotografía es de una templanza gélida que ni siquiera la tibieza de la sangre que se aprecia consigue agrietarla, la poeta es una virgen mártir plena de serenidad y sosiego, y Mustafá, quien la abraza, es la imagen de la desesperación silenciosa y cansada de la humanidad ante la barbarie que domina países, hombres y mujeres y creencias.
Es el desconsuelo del amor por la libertad allá donde se busca y no se encuentra.

Desdibujados se ven un policía armado y seis ciudadanos que caminan con absoluta normalidad mientras se produce el drama de la muerte de la poesía.

Muere, matan, a una poeta, y no por el tiro puntual, que también, sino por la barbarie política de algunas gentes que sólo aman el poder, y la poeta responde con la serenidad reconfortante del que da la vida por amar y por amor.

lunes, 2 de febrero de 2015

Píldora de la luna de los lunes.


Píldora de la luna de los lunes.
Cavilaciones, reflexiones e introspecciones.

En estos tiempos en los que la falta de honestidad impera y campa a sus anchas, en estos tiempos en los que la corrupción es la palabreja que está en boca de todos, en estos tiempos en que oímos y leemos en los medios que los bancos que todos los españoles salvamos con dinero que nos prestó Europa ganaron el año pasado trescientos, cuatrocientos, quinientos,… millones de euros y esconden que se dedicaron a no conceder préstamos a las pymes y a los autónomos y a expulsar a propietarios de viviendas con hipotecas salvajes que ellos concedieron, en estos tiempos en los que el Partido en el poder intenta engañarnos con lo que ellos llaman sus éxitos económicos mientras el paro supera el veinte, el veintiuno, el veintidós,… por ciento, en estos tiempos que se concede la salida de prisión a una persona para la que la acusación pide treinta, cuarenta, cincuenta,… años de cárcel, en estos tiempos en que votar tu propio destino está prohibido y voceamos que estamos en una democracia, en estos tiempos en que algunos siguen empecinados en cargarse la educación y para ello promulgan leyes, decretos, mandatos,… creo que vale la pena recordar lo que un gran músico dijo hace unos años:

“Ser honesto puede que no te de muchos amigos, pero te dará los amigos adecuados”.

John Lennon.

Sobra cualquier comentario más.
Feliz semana para todas y todos !!!

Paco Riera

domingo, 1 de febrero de 2015

Coincidencias y lipogramas.

 
Finalizo la lectura de una buena novela,  y me voy a mi biblioteca para seleccionar una nueva lectura.

Ante mí aparece “La letra E”, de mi escritor de cabecera, aunque yo no sea famoso como para tener un escritor de cabecera, pero ¡qué caray!, lo tengo y es Augusto Monterroso, y pienso que tal vez releo el libro y ya empezaré con una obra no leída en otro momento.
Me gusta releer y más si se trata de Monterroso.

En no sé ya dónde porque un día disperso tiene esas cosas, descubro que un tal Geroge Perec (1936 – 1982) escritor francés de no excesiva fama, escribió una novela en 1969, “La Disparition” en la que no utilizaba la letra E. En el idioma de los franceses la E es fundamental.

Es una técnica literaria basada en el lipograma (omitir letras concretas o grupo de letras) y que dicen que hasta cambia el pensamiento y la percepción de la realidad  ante la no utilización de una vocal.

Un rato después leo la prensa y me encuentro con una noticia que me asalta, no me salta, me asalta, que es más bestia y más ajustado a la realidad de lo que me ocurrió hace unas horas, la vista porque dice que el escritor Rodrigo Muñoz gana el premio de literatura infantil EDEBE con su novela “El signo prohibido”, novela en la que no utiliza la letra A porque el protagonista así lo decide al morir su querida amiga Aleksandra.

Las coincidencias me llevan a buscar casos o cosas similares en Internet y descubro que un tal Ernest Vincent Wright escribió una novela, “Gadsby”, y tampoco utilizó la letra E en todo su escrito, que tiene 50.110 palabras.
Y no busco más, porque lo de Internet me aburre, me disgusta, porque anula la parsimoniosa capacidad de búsqueda, como la que mostraban los antiguos detectives de novela negra, de la que soy aficionado a ratos, o a veces.

Todas estas coincidencias hacen que mi mente divague y mis divagaciones me llevan hasta mis diecisiete años, cuando empecé estudios universitarios en Pamplona, ciudad a la que he regresado últimamente porque como dice el poeta catalán Joan Margarit, vivir es buscar el lugar donde poder amar.

Y siguiendo con la noria de mis pensamientos pienso en que las emociones envejecen muy deprisa, tanto como por ejemplo la euforia de los fuegos artificiales que en cuanto finalizan provocan un gran vacío, y me inunda el pensamiento y el deseo de que a mí eso no va a ser así.
Decido no seguir dejando volar mi imaginación y mi mente, por lo menos en esa línea que ha iniciado ella solita, porque es muy autónoma e independiente de mi control, y me vuelvo a la biblioteca porque creo que no voy a releer “La letra E”, de Monterroso, no sea que me produzca un ataque lipogramático, y sería terrible si el mío afectase a la letra O, porque si por un casual me da y pierdo la capacidad de decir Ohhh !!!, que es la expresión de la sorpresa y la admiración, sería como perder parte de mi alma, y eso sería para mí mortal.