lunes, 29 de julio de 2013

Personajes de mi pueblo (6) o un Campari y una Margarita

 
Ayer era domingo y era por la tarde y era de calor de canícula y de humedad de Barcelona y yo paseaba por mi pueblo que no es un pueblo porque es de la ciudad de Barcelona pero huele como si fuese un pueblo y a esas horas tenía sopor todo el pueblo por el sofoco del calor.

Busque el aire acondicionado que no funciona de un Bar de mi pueblo que llaman “El Canalla” y que tiene un piso encima que es Restaurante y que llaman “El Villano” y que está como en la Plaza Mayor aunque se llama con el nombre del pueblo en vez de Mayor y antes era del Duque de Gandía cuando teníamos un generalísimo amante del superlativo absoluto y Jóse con acento en la ó que no en la é que es andaluz y vive en Horta-Guinardó y se tira dos horas para regresar a casa porque no conduce porque cuando tenía dinero no tenía ganas de sacarse el carnet de conducir y cuando le venían las ganas le faltaba el dinero me sirvió medio kilo de cerveza que me chupé casi de golpe para que se calmase la sed y rellenase de nuevo al vaso con medio kilo más y ahora ya disfrutar tranquilamente de la cerveza.

Y mientras me adormecía de calor y cerveza acodado en la barra entró un abuelo de ojos redondos y calva monda y lironda y cabeza como el negativo del embase de los zumos “Granini” por las gotas de sudor que abultaban en la testa que despertó mi modorra al pedirla a Jóse un Campari y unas anchoas.
Los ojos vivarachos e inquietos del abuelo captaron con agilidad mi ligero movimiento de sorpresa convertido en parpadeo y en cruce de miradas con los ojos de Jose del otro lado de la barra tanto por su perspicacia como por la ausencia de más parroquianos y con la agilidad que sus facciones transmitían me aclaró en diálogo directo que era bebida refrescante y de no excesiva graduación alcohólica y que la quinina al igual que la de la tónica y el amargor del ruibarbo y de la naranja amarga le placían desde sus tiempos en Italia y sólo le ofendía ligeramente el rojo intenso con el que teñía la bebida la cochinilla.
Quiero pensar que le pidió a Jóse a través de la barra unas anchoas para acompañar el Campari para no tener que contemplar mi estúpida cara de asombro y mi anonadamiento y yo intentaba salvar mi situación con el estúpido comentario de que hacía mucho tiempo que no veía pedir un Campari al igual que también me pasaba con el Cinzano.
Me miró sin decir nada y siguió escrutando todo el Bar con sus ojos ávidos y movedizos hasta que los detuvo en un par de cocteleras en un estante detrás de la barra y enfocando en un requiebro ocular rapidísimo los ojos de Jóse sorprendió un largo bostezo con la pregunta de si preparaban cócteles.
A una afirmación muerta por el sepulcro de una mano le siguió la comanda de una “margarita” con tequila “El Cuervo” negra y unas patatas fritas que no bravas sino de bolsa y de la marca “Torres” y se dirigió de nuevo a mí para aclararme que por norma el tequila de la “margarita” es blanco pero el lo prefería negro porque así lo consumía en Italia y que las patatas “Torres” eran las mejores por consistencia y por sabor y punto de sal.

Evité volver a repetir semblante estúpido con un simple asentimiento de mi cabeza, mientras el abuelo le indicaba a Jóse que si en vez de lima lo aderezaba con limón ya le estaba bien y que fuese con tiento tanto con el chorrito de cointreau como con la sal que adhiriese al borde la copa de cóctel ya que debía acertar en su punto ideal.

Jóse y yo cruzamos una mirada que no se si fué enigmática pero sí fugaz porque el viejo las cazaba todas.

Antes de pagar mi kilo de cerveza pensé que me gustaría tener la vitalidad del abuelo cuando a mí me toque consumir Camparis y Margaritas o algún kilito de cerveza o unos chatos de vino de aquí a unos años y pensé también que el vejete no era un personaje de mi pueblo que no es un pueblo porque es de la ciudad pero como si lo fuese porque huele como un pueblo porque era la primera vez que lo veía y a lo mejor (¿a lo peor?) no lo veré nunca más pero que yo le confería el rango de personaje de mi pueblo porque se lo había ganado y además con nota alta ya que si “El Canalla” es el lugar de tapas del Bar y el piso superior que es más Restaurante de platos y menos de tapeo se conoce como “El Villano” el abuelete demostró que es el Canalla del Campari y el Villano de la Margarita.

domingo, 28 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 7 y último)

 
                                                                   5

Y en las semanas y en los meses que siguieron muchos globos se sucedieron, con confeti que brincaba al estallar el globo porque un cumpleaños se celebraba, untado todo el interior con la miel de los panales del pueblo de Martín para que Xesca la degustase, perfumado con la colonia habitual del peinado de la niña para deleite del olfato de Martín, con un canto rodado del río del pueblo de él, con un pequeño mechón rubio de la melena de ella, y siempre siempre siempre, con palabras de amor y amistad entre los amigos que coincidían las yemas de sus índices y las puntas de sus narices y que el reflejo de su rostro la luna devolvía.

                                           ……….     ……….     ……….

Y así se fueron desgranando los años y los soles y las lunas y las palabras y los sentimientos y también los acontecimientos que compartieron hasta que llegó a manos de Xesca un globo rojo de Martín en el que le comunicaba que en el interior sólo había besos y que eran los de su despedida porque partía a otros cielos para enseñar a otras almas cómo enviar globos de amor y cariño y cómo conocerse y quererse a través de la nariz y del sol y la luna en cielos con la luz de la amistad.

Y Xesca hizo volar desde su ventana un globo verde que contenía en su interior una caricia y una lágrima que era la de la felicidad.


                                                                 FIN

sábado, 27 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 6)

 
                                                                  4
 
A los pocos días, Martín paseaba por los alrededores del Casino de su pueblo y en una esquina de una calle que nace junto a la entrada principal de ese Centro social y de reunión popular vio apostado a un hombre viejo que vendía globos de colores que tenía amarrados en un ramillete mientras flotaban a criterio del viento.

El viejo se dirigió con la mirada a Martín y le ofreció adelantando una mano un globo verde. Martín decidió no prestar atención al ofrecimiento ya que él esperaba su propio globo verde, pero de pronto le pareció intuir, en un contraluz, una sombra oscura en el interior del globo del vendedor.

Corrió hacia él, y comprobó con el corazón en saltimbanqui que el globo contenía algo parecido a los rollitos de papel que bien conocía, por lo que se aprestó a buscar monedas en sus bolsillos para hacerse con el globo, pero el viejo vendedor le dijo que las nubes en sus silenciosos desplazamientos y los pájaros con el sordo sonido de su aletear y el viento en su regular ulular le habían comunicado que debía entregárselo al niño que se identificase con el nombre que le habían susurrado.
Martín se apresuró a identificarse y el viejo sonrió mientras le entregaba el globo verde que asía con su cintita de serpentina.

Corrió Martín a encerrarse en su cuarto para conocer las noticias que Xesca le enviaba de tan curiosa manera, leyó el mensaje tan deprisa por la emoción que tuvo que repetir la lectura para comprender el sentido exacto del mismo, y tras ello miró el reloj de pared de su cuarto y comprobó que… ¡ sólo faltaban siete minutos para que fuesen las 12:00 h. de aquel sábado de final de verano !

Concentró toda su atención en el reloj para exactamente cuando las manecillas del reloj se alineasen una sobre la otra y ambas apuntando el número doce tocarse con el dedo índice de su mano izquierda la punta de su nariz.

El segundero parecía que quería entretenerse en su discurrir por la esfera blanca del reloj de pared, los segundos se sucedían con una enorme lentitud al contrario que el corazón de Martín que golpeaba su pecho cada vez más deprisa y con más fuerza, sólo faltaban ya algo menos de cinco minutos y Martín daba vueltas en su cabeza sobre en qué pensaría cuando frotase su nariz justo al cumplirse le mediodía.

Cuando el reloj marcaba que sólo faltaban treinta segundos para la hora exacta Martín decidió que se asomaría a la ventana para iniciar el ritual que le proponía Xesca, y cuando el sol se situó en su punto más alto coincidiendo con la mitad del día depositó la yema de su dedo índice izquierdo sobre la punta de su nariz mientras contemplaba como el sol en todo su esplendor y una luna de luz y contornos difuminada, casi translúcida y lejana, también lucía en el cielo claro y le decía con la suavidad de algodón de las nubes que su amiga estaba en ese mismo instante con él, y desde el cielo de su ciudad, con la yema del índice izquierdo sobre su nariz de niña.

Y a Martín lo invadió un deseo y pensó que ojalá la luz del sol y la luna que contemplaba desde su ventana acompañase por siempre a su amiga y que en los momentos de la dificultad la luz del relámpago brillase aún con más fuerza que la luz amarilla del sol y la luz celeste de la luna.

Por la tarde Martín recordó que debía contestar a su amiga de los globos y cuando el sol caía y el fresco de la tarde permitía un pensamiento más ágil y ligero cogió el lápiz y el papel y esto redactó:

“Querida Xesca: qué emoción este mediodía cuando toqué la punta de mi nariz y noté tu presencia mientras miraba el fulgor del sol y la luz amortiguada y clandestina de la luna.
Ella me dijo que tú hacías lo mismo en el exacto momento en que yo lo hacía.
Cuánto me gustaría conocer tu rostro, tu expresión, tu mirada, el color de tu cabellera y el tacto de tu piel.
Y la luna me ha dicho cómo ello es posible.
Cada noche, antes de conciliar el sueño, debemos fijar nuestra vista en la luna y ella recogerá como un espejo nuestros rostros para que yo te pueda ver y también tú a mí.
Esta  misma noche concentraré mi mirada en la luna y le enviaré una sonrisa.
Hazlo tu también, pero guíñale el ojo izquierdo para que yo sepa que ya me has conocido, y yo se lo guiñaré mañana para que tú sepas que yo también te conocí.
Te envío un beso de pluma liviana como la luna para ti ”.

Y eso hizo Martín por la noche, le sonrió a la luna y se acostó con esa sonrisa bailando en sus labios y con la expresión acompasada con la dulzura de caramelo que la felicidad regala a las almas que aman a los demás.

(continuará)

viernes, 26 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 5)

 
                                                                  3
Xesca volvía a su piso en la ciudad junto con unas amigas de su clase cuando ya muy cerca de su casa revoloteó muy cerca del portal un globo rojo con una estrecha cinta azul.

Intuyó con rapidez que era el globo que le enviaba Martín y lo asió con agilidad y despidió a sus compañeras con la excusa de que acaba de recordar que su madre le había dicho que aquella tarde no podían estudiar en su casa porque las asistentas tenían trabajo de limpieza.
Deseaba quedarse sola para leer el mensaje de Martín y explicarle lo que había pensado para hacer crecer su nueva amistad.

Subió de dos en dos e incluso de tres en tres los escalones de acceso a su piso porque estaba excesivamente excitada como para esperar al ascensor.
Entró en tromba en su casa dando las buenas tardes a todos voz en grito y se encerró en su cuarto con su globo rojo.

Se le ocurrió que en esta ocasión no reventaría el globo porque quería guardarlo en la cajita de sus tesoros, por lo que deshizo el nudo, escapó el aire, abrió la boquilla y cayó el rollito que leyó con avidez.

¡ Tenía un nuevo amigo !  ¡ Y además era apasionante porque no se conocían !  ¡ Y su  nuevo amigo sabía cosas como hacer música con un globo !  ¡ Y seguro que sabía muchas más que ya le explicaría !  ¡ Y era de un pueblo y no de la ciudad como ella !

Lo primero que intentó es conocer esa música del globo,… y funcionó.

¡ Claro que funcionó ! Era un poco estridente y algo malsonante, pero era su música, la de Martín y la suya, y por eso a ella le sonaba bien, muy bien.

Después cogió el lápiz y un pedazo de papel y esto redactó:
“Martín, me encanta la música del globo.
No lo reventé porque quería guardarlo con mis tesoros. ¡ Qué suerte !
He pensado que para ser más amigos y sentirnos cercanos haremos una cosa: cada día, cuando la jornada alcance el mediodía, a las 12:00 h. en punto, nos tocaremos la punta de la nariz con el dedo índice de la mano izquierda y pensaremos el uno en el otro y nos desearemos fortuna en nuestro quehacer diario.
¿Te parece?
Así estrecharemos nuestra amistad, porque adquirimos entre nosotros el compromiso de velar con el pensamiento por nuestro bienestar.
Te mando un beso gordo, GORDO, GOOOOORRRDOOO !!!”.

Y lanzó el globo verde hacia las alturas y observó como se alejaba con el brillo que le confería la fina lluvia que empezaba a caer en el atardecer de su ciudad.


(continuará)

jueves, 25 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 4)

 
Martín estaba blanco del pasmo, aturdido y algo alelado, y estrechaba el papelito arrugado entre sus manos contra su pecho, hasta que arrancó en risas, gritos y exclamaciones de alegría dominado por un gran nerviosismo y prosiguió dando volteretas por toda su habitación y saltos de júbilo que eran impulsados por los muelles del colchón de su cama.

Tenía que responder rápidamente al mensaje de Xesca, pero cayó en la cuenta de que no tenía ningún globo preparado y pensó que tal vez así era mejor ya que debía meditar su nueva respuesta y disponía de tiempo hasta el día siguiente cuando a la salida de sus clases buscaría el globo rojo que de nuevo enviaría por los cielos con destino, ahora ya lo sabía, a Xesca, su nueva amiga.

Al día siguiente compró varios globos, todos rojos, y ya en su casa pensó en el nuevo mensaje que redactaría.
Y esto escribió:
“Hola, Xesca. ¿Te puedo llamar así, verdad? Porque yo también quiero ser tu amigo, porque me has enviado mucha ilusión y has hecho realidad que lo que tanto se desea se cumpla.
En mi pueblo estamos en las Fiestas Mayores y hay música en todas las calles. ¿Te gusta la música?
Con el globo puedes hacer música. Sólo tienes que dejar escapar el aire de su interior estirando con los dedos la boquilla en varias direcciones y controlar la salida del aire.
Hazlo y esa será la música de nuestra amistad.
Un besote para ti”.

Y desde la ventana de su cuarto que se abría a un cielo azul claro como el de ojos garzos, soltó el globo rojo con su cinta serpentina atada al nudo de cierre del aire para que viajase al encuentro de Xesca.

Y aún en la certeza de que llegaría a su destino realizó el ritual de cerrar con fuerza sus ojos pardos y se dijo a sí mismo con la mayor vehemencia y convicción que anhelaba que el globo rojo llegase a manos de Xesca y que ella leyese su mensaje.

(continuará)

martes, 23 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 3)


                                                              2

Martín prosiguió con su vida habitual, pero algo había ocurrido en su interior porque se daba cuenta de que albergaba la fantasía de que el globo rojo alcanzase algún destino ya que cada domingo, cuando acompañaba a sus padres a la Plaza Mayor de su pueblo, corría hacia las gitanas y los puestos callejeros de juguetes y cachivaches para explorar a contraluz los globos que vendían para escudriñar si en su interior se distinguía sombra parecida a un rollito de papel.

Sus observaciones eran en vano, ya que nunca acertó a intuir presencia alguna en el interior de los globos que aquellos mercaderes y feriantes vendían en las plazas y calles de su pueblo.
Pero de todas formas, y a pesar de que pasaban los días y las semanas, cada vez que veía las paradas de globos cerraba con fuerza los ojos y repetía en íntimo silencio el deseo que albergaba de que su globo rojo llegase a destino y algún niño diese con su mensaje.

Y un día de cielo y nubes color bermejo y en los extremos corinto y púrpura, mientras hacía los deberes de la Escuela en el escritorio de su habitación, un globo verde se coló por su ventana para lenta y pausadamente aterrizar en el suelo después de dar unos pequeños botecitos para quedar allí inmóvil en el centro de la estancia.

Martín se quedó extasiado, petrificado, preso de gran turbación, los ojos congelados en el globo, la boca abierta pero sin poder articular expresión ni palabra congruente.
Tardó unos largos segundos en empezar a reaccionar y entonces advirtió que todo su cuerpo y sobre todo sus manos temblaban y deseaban coger el globo verde pero que algo parecido al miedo y a un extraño respeto le mantenían paralizado.

Cuando un poco se sobrepuso empezó a invadirle la certidumbre y la confianza de que el globo contenía en su interior un rollito de papel como el que encontró la primera vez.
Y a la contraluz de la lámpara de su escritorio confirmó, con el corazón brincando alocadamente en su pecho y una exclamación rompiendo en su boca, que dentro del globo una sombra pequeñita y alargada bailaba desordenadamente atendiendo al movimiento con el que sus manos sacudían el globo.

¡¡¡ Plop !!!

Con la presión de la punta de un clip el globo reventó, ¡¡¡ plop !!!, y cayó de su interior un rollito de papel liado con un fino cordelito.

Deshizo el lazo, desenvolvió el papel y leyó el siguiente mensaje:
“ Hola, Martín. Yo soy Francesca, pero todo el mundo me llama Xesca, y estoy muy contenta de recibir tu globo,  porque cuando yo lo envié deseé con todas mis fuerzas que alguien lo recibiese y me contestase, y estaba segura de que lo conseguiría. Y así ha sido. Me gustaría ser tu amiga.
Te envío un beso muy fuerte”.

(continuará)

lunes, 22 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 2)


Martín quedó sumido en una perplejidad provocada por el asombro y el sobresalto por lo que acababa de descubrir en el interior del globo verde y por el mensaje que había leído, desconcierto del que se sobrepuso cuando oyó la voz de la madre que lo llamaba para la comida del mediodía y a la que debía atender con celeridad porque conoce la máxima de su tierra que reza “a la taula i al llit al primer crit”.
(N. del A.: Refrán popular catalán cuya traducción literal es “a la mesa y a la cama a la primera llamada”, refrán que da importancia capital a las comidas y a la cama y sus actividades naturales en la cultura popular catalana).

En la comida familiar Martín no conseguía concentrarse en la comida y tuvo que oír a su madre y a su padre varias veces decirle “Come, hijo, por favor”, “Mira que se te enfría la comida”, “¿En qué estás pensando hoy, que no comes como siempre?”, “¿Te encuentras bien, Martín?” y se oyó responder “No es nada, es que no tengo mucho apetito”, “Ya voy, enseguida me lo acabo”, “No, gracias, no quiero más”.

Ya por la tarde, de nuevo en su habitación, no consiguió pensar en otra cosa que no fuese el globo verde y el mensaje que contenía en su interior, en qué debía hacer para decirle a alguien que no sabía quien es ni dónde estaba que el globo fue a parar a sus manos y que leyó el mensaje que guardaba en su interior. Pensaba si sería algún niño o alguna niña de su pueblo, o de los pueblos de alrededor, o de más lejos, y se desesperaba y le abrumaba la desazón cuando le invadía la idea de que nunca averiguaría quién había escrito el mensaje con esa linda letra. Pero el mensaje decía que fuese quien fuese el que lo redactó anhelaba conocer al que se hizo con el globo, y ese pensamiento no hacía más que incrementar su desasosiego.



Pasaron unos días, y su intranquilidad aumentaba ya que seguía obcecado por el mensaje del globo y por su ansia por conocer a su escritor, si bien una idea empezaba a atisbar en su cabeza.

¿Qué ocurriría si él introducía un mensaje suyo escrito también en un rollito de papel en el interior de un globo explicando que había recogido el globo verde y leído su mensaje y lo soltaba un día claro y con brisa para que navegase por los cielos con ligereza y a su antojo hasta llegar a algún destino?

Podía ser una solución, pero claro, pensaba, nunca llegará a manos de quien me envió el globo verde porque sería como encontrar una aguja en un pajar, que es otro refrán que había oído a los mayores y que creía comprender bien su significado.

Pero se decía, para no perder la esperanza de dar con la solución,  que a lo mejor, si lo deseaba con todas sus fuerzas, se podía dar el milagro de que llegase a las manos de quien envió el globo verde, y para justificarse se acordaba de lo que decía su padre a veces cuando se sentía satisfecho por algo que había logrado, y decía “el que la persigue, la consigue”, y él también entendía bien el significado de semejante expresión.
“Sí, -se convencía-, eso haré y antes de soltar el globo para que vuele cerraré los ojos, los apretaré y desearé con todas mis fuerzas que su vuelo lo conduzca al destino que anhelo, y creeré que ello es posible porque es lo que más deseo en el mundo”.

Y así lo hizo.
Cogió un globo rojo, lo infló hasta que alcanzó el tamaño de un balón de fútbol y le introdujo en su interior un rollito de papel atado con un cordelito y con un mensaje escrito a mano que decía;
 “Hola. Yo encontré el mensaje en el interior de tu globo verde. Me llamo Martín, y también me gustaría saber quién eres tú”.

Y lanzó el globo rojo al viento fresco del atardecer y contempló como se elevaba sobre su cabeza en dirección al cielo y varias veces se intranquilizó cuando temió que el vuelo de las golondrinas golpease el globo y así acabase con su navegar camino de las nubes blancas y casi transparentes que parecía que alfombraban el cielo.

Cuando perdió de vista el globo rojo abandonó la ventana y se sentó pensativo frete a su escritorio y dejó volar su imaginación haciendo conjeturas sobre si llegaría a manos de alguien, si ese alguien notaría la presencia del papelito en su interior, si sería un niño o una niña o un adulto quien daría con el globo, si se perdería en su vagar por los cielos, si explotaría y quedaría sin destino, si ahí acababa esta historia que recién había comenzado, que qué ilusión le haría saber si alguien leía su mensaje,…

(continuará)


domingo, 21 de julio de 2013

Historia de unos globos (Capítulo 1)

                                                      
                                                       1

¡¡¡ Plop !!!

El ruido es seco y rápido, brusco, repentino. Fulminante.
No dura más allá de un instante. Décimas de segundo. Como un chispazo.
Es el ruido que ansía Martín antes de oírlo y que le provoca una fugaz ilusión seguida de inmediato por el desencanto.

Es el ruido que invariablemente sucede después del juego de patearlo, golpearlo, lanzarlo al aire una y otra vez con golpes de intensidad diversa de las palmas de las manos y de los puntapiés.
Es el ruido de la explosión de un globo de las fiestas de los niños, de los circos y de las fiestas mayores de los pueblos y de las gitanas en la puerta de las iglesias los domingos por la mañana.

El globo atrae a todos los niños con una fuerza enorme y a pesar de que su evolución ha hecho que aparezcan globos con forma de patos, de elefantes y de peces y tiburones y otros animales, el globo clásico, el redondo y más sencillo que tiene forma de balón y es de múltiples colores sigue siendo el favorito de niños y niñas.
La sencillez, el elevarse y volar al son del viento y el color chillón es su seducción.

Martín se hizo con uno de ellos que vagaba al tuntún por la plaza de su pueblo y después de agarrarlo por el cordel que colgaba del nudo que impide la salida del aire del interior del globo se lo llevó consigo a su casa para jugar con él.
Y después de perseguir al globo verde por su habitación durante un buen rato le llegó a Martín ese momento en que el deseo del suspense y la intriga de la explosión es más poderoso que la pasión por prolongar el juego aún sabedor a ciencia cierta de que ahí finaliza la historia del globo y del juego y es posible que empiece hasta la regañina de la madre que le reprenderá  tanto por el sobresalto causado por el ruido como por cercenar la posibilidad de proseguir con el juego.

Martín achinó los ojos, presionó con sus brazos y manos el globo contra su pecho, y… ¡¡¡ plop !!!, el globo estalló en varios pedazos que cayeron al suelo como un pañuelo sucio y la cinta perdió sus características de serpentina para mutar en una serpiente inanimada junto a los trozos del fino plástico verde del globo reventado.

Sentado a los pies de su cama, contemplando los restos de lo que hacía unos instantes era un globo, con carita tristona pero con una cierta exaltación del ánimo por la pequeña fechoría cometida, Martín descubrió un rollito que parecía un papelito enrollado y cogido por una pequeña cintita de fina tela estrechita.
Se levantó sobresaltado y con rostro de sorpresa y recogió el rollito de papel, deshizo el nudo de la cinta de tela con avidez incontenible, desenrolló el papelito y observó primero y leyó después con los ojos como platos el mensaje manuscrito con una preciosa caligrafía, y que decía:  
“Hola, como estás. Me gustaría saber a manos de quien ha ido a parar mi precioso globo verde”.

(continuará)

Nota muy breve... pero que merece extensas reflexiones.

En una nota pequeña de La Vanguardia de hoy, domingo 21 de julio de 2013, pág. 14, se puede leer un pequeño titular que reza "El primer ministro de Holanda da libertad a las islas caribeñas para abandonar el reino".
En el cuerpo del también pequeño artículo se recoge el siguiente comentario del Primer Ministro, Mark Rutte, en su visita oficial de esta semana pasada  a las seis islas (Aruba, Curaçao, San Martín, Bonaire, Saba y San Eustaquio) pertenecientes a la Federación: "Les he dicho: si queréis iros y la mayoría de la población lo apoya, entonces es posible. Nos llamáis y lo arreglamos".
¿Imaginamos otros escenarios?
Sin más comentarios por mi parte, sólo reflexión.

domingo, 7 de julio de 2013

Ángela y Pantaleón Pantoja.


No estiraba el cuello porque no le hacía falta.
Para alcanzar los frutos y las hojas verdes de las arboladas más altas de la sabana no precisaba forzar su cuello.
Para ella es sencillo acercar el hocico y alimentarse en las copas de los árboles.
Para Ángela es fácil porque es una jirafa.
Si hubiese nacido macho después de quince meses de gestación de su madre su nombre sería Rafa. Pero nació hembra y su nombre también tiene lógica explicación, como luego conoceremos.

- “¡ Cuidado, que yo no soy un fruto!” – esta voz ronca y profunda se oyó en lo alto de la arboleda. – “Soy un camaleón, y mi nombre es Pantaleón Pantoja porque mi progenitor amaba la literatura de Vargas Llosa y además mi nombre riza con mi raza, como decía mi padre aunque debería decir rima y no riza”.

- “Disculpa, como que eres de color oscuro y te muestras inmóvil te he confundido con un fruto maduro, porque yo soy una rumiante que no se alimenta más que de frutos y vegetales y soy muy sociable y detesto el enfrentamiento por lo que no guerreo con otros animales por el alimento” – contestó la jirafa Ángela.

- “Suerte que tengo ojos estereoscópicos y miro a varios lugares a la misma vez por lo que siempre estoy ojo avizor” – dijo Pantaleón Pantoja.

- “¿Tú puedes mirar con un ojo hacia delante y con el otro hacia atrás, o con uno hacia abajo y con otro hacia arriba?” – inquirió sorprendida Ángela.

- “Así es, y además no soy oscuro de piel sino que mimetizo con el color de mi entorno porque como el militar de Vargas Llosa domino las técnicas del camuflaje que es en el común de los seres el arte del disimulo” – respondió Pantaleón Pantoja, mientras lentamente cambiaba de ubicación para acercarse a un limón y así mutar su piel al color amarillo del fruto.

- “Y observo que tienes una cola larga y no un plumerito ridiculito como el que yo tengo precisamente en ese mismo sitio” – comentó la jirafa Ángela.

- “Y ya puestos a explicarnos mi cola además es prensil, por lo que en mis desplazamientos por los árboles me ayuda a sujetarme a las ramas y a los troncos para evitar caídas dolorosas y costosas, ya que después debes iniciar de nuevo el ascenso a los árboles para encontrar los insectos de los que me alimento” – explicó el camaleón.

- “Pues eres un ser muy afortunado, amigo Pantaleón Pantoja” - dijo no sin cierta envidia Ángela la jirafa.
“Dispones de todos los colores en tu piel lo que te permite ahora enmascararte y después aparentar en tus negocios de la seducción, ojos que pueden mirar y observar distintos lugares a un mismo tiempo por lo que ves el doble que yo, una cola útil y que te da un servicio grande mientras la mía no es más que un enredo de pelos inútiles, pones de 20 a 30 huevos en cada puesta y así tienes familia numerosa en algo menos de 12 meses y de una sola vez mientras yo sufro para sólo parir un ejemplar de mi especie, tus extremidades son manos que te aseguran el asimiento por donde acostumbras tus desplazamientos y mis pezuñas sólo me impiden lastimarme los pies en mis correrías por la selva, tu larga lengua de final pegajoso te permite cazar insectos desde la distancia mientras yo me daño y magullo con las espinas de las ramas a las que debo acercar mi cabeza, mi hocico y mi lengua para procurarme el alimento” –concluyó la largirucha Ángela.

“Mucho te equivocas, querida jirafa, y yo te explicaré el por qué del error en tus conclusiones” – dijo con extrema parsimonia y tranquilidad Pantaleón Pantoja, el camaleón.

“Verás! Tu piel es de color leonado oscuro y con manchas poligonales claras exclusivas de cada individuo de tu especie, a diferencia de la uniformidad de la mía que adopta el color que prima en su entorno o cercanía, lo que te permite esa individualidad de la que los camaleones carecemos y que en tu especie es signo de diferencia unívoca al estilo de las huellas digitales de la raza humana, tus ojos son grandes y atractivos y con ellos puedes expresar infinidad de sensaciones y sentimientos a quienes comprenden las miradas y así te ahorras largas explicaciones ya que todas ellas están en tu mirada, y con tus largas pestañas peinas el cielo para atraer o apartar a las nubes que traen la lluvia que refresca y la sombra que protege, y de ahí tu nombre que es el femenino de Ángel, si pierdes tu cola poco has perdido y si la pierdo yo mutilado me he quedado porque mi cola no es de lagartija y no dispone de posibilidad de regeneración, mis puestas de huevos lo son en hoyos profundos en el sotobosque que está expuesto al depredador y tus crías permanecen guarecidas en la seguridad de tu interior, tus extremidades te permiten la zancada y la velocidad en el desplazamiento mientras las mías se mueven con lentitud y parquedad y necesitan del asidero que tus largas manos y patas traseras no precisan, y tu estirado cuello, además de impedirte y salvarte de la incómoda tos que a todos nos afecta en los tiempos fríos alcanza muchos más lugares y posiciones que mi lengua que en inactividad debo enrollar y guarecer en el interior de mi papada con la incomodidad que ello representa.
Ya ves, amiga Ángela, que tus quejas son del todo infundadas” – concluyó Pantaleón Pantoja.

Y dicho lo dicho, Pantaleón Pantoja dio por terminada su perorata haciendo gala de su sobrio dialogar e inició su lento ascender mientras y como quien no dice nada soltaba muy bajito y como para sí mismo que cuando un niño crece los familiares y amigos lo celebran comentando en tono de halago que parece una jirafa mientras de los políticos y otros chaqueteros o personas con cambios frecuentes de opinión o doctrina se acostumbra a decir que son como un camaleón, lo cual comporta lo contrario del halago que es el desprecio, y recordó con cierta tristeza a Augusto Monterroso cuando escribió aquello sobre el camaleón que no sabía de que color ponerse cuando descubrió que todos los animales de la selva llevaban cristales de distintos colores para ver siempre igual a los camaleones al contrarrestar con ellos sus cambios de color según el clima político de la semana, del día o de la hora de la mañana o de la noche, lo cual popularizó el dicho de “todo camaleón es según el color del cristal con que se mira”.

Como que se iba poco a poco alejando en su escalada por las ramas del árbol no sabemos si a pesar de su fino e inapreciable oído acertó a escuchar lo que rumiaba la jirafa Ángela que recordó al mismo Augusto Monterroso cuando sentado conmigo en un atardecer de crepúsculos vinosos alargados y camaleónicos explicaba la historia de la jirafa que sufría por su escasa estatura y que tras perderse tras caminar a tontas y a locas por un angosto desfiladero pudo observar como una bala de unos que guerreaban por la posesión de territorios no le alcanzaba en la cabeza gracias a su corta estatura o bien en su cabeza no se incrustó porque la bala surgió de un cañón que se hallaba en la parte alta del desfiladero ya que si se hubiese situado en la parte baja habría acertado en su cabeza de jirafa baja, por lo que se mostró convencida de las explicaciones de Pantaleón Pantoja al comprender que todo es relativo y que por ello hay que valorar lo que tenemos y no ambicionar lo que no nos ha sido dado, ya que la uniformidad es contraria a la diversidad y es en ella donde radica la riqueza y la libertad para usar los atributos de la forma que procure la propia felicidad y la de los demás.

La jirafa Ángela quiso elevar la voz para comunicarle al camaleón Pantaleón Pantoja lo que había pensado y comprendido, pero sus gritos ya no lo alcanzaban y no sabemos si se apercibió de que uno de los ojos cónicos del camaleón desde la distancia la escrutaba y una sonrisa que tal vez no hubiese interpretado porque la sonrisa de los camaleones es de difícil manifestación empezaba a surgir con parsimonia y lentitud en su cabeza de yelmo.