Hay habitaciones en mi casa que están llenas de libros que
compro para leer cuando me apetezca y que a veces es nunca pero necesito tener
ese libro para que antes de empezar su lectura pasee unos días conmigo hasta
que se acostumbre a mi olor y a mi tacto y a las yemas de mis dedos y a mi
manera de abrir las páginas y yo a sus texturas y a la distribución de sus
capítulos y a la tipografía de sus páginas y a su olor a tinta de imprenta y a
papel y además le doy a elegir el punto de libro que más le guste para que se
sienta cómodo y a gusto con ese señalador de su intimidad.
Pero esa es otra historia.
Hay paredes llenas de pintura naïff de pintores españoles
que adquirí cuando había dinero y ahora no compro porque hay crisis y antes me
sabía los nombres de los autores y ahora muchos de ellos los he olvidado así
como su historia pero los cuadros siguen en las paredes porque en el Museo de
Jaén parece que no saben cuidarlos y el de Segovia está en construcción.
Había antes porque ahora están guardados en unas cajas
muchos hipopótamos de piedra y de madera y de hierro y de cristal y de vidrio y
de otros materiales porque lo que empezó como un juego con mi mujer se
convirtió en una pasión y obsesión y todos los hipopótamos que veíamos los comprábamos
y ahí en el estante de la librería convivían todos y antes me los miraba y
después ya no pero hay seguían hasta que emigraron a cajas de cartón.
Y hay otras cosas pero ahora ya no me acuerdo y además me da
pereza explicarlo ahora, antes no sé y después tampoco creo que me den ganas de
explicarlo ni que me apetezca.
Siempre digo y me digo que no soy un coleccionista pero
parece que la realidad es otra. Siempre digo que no tengo afán consumista pero
no debe de ser cierto porque encima hago muchas conservas y yo no me las como
porque no me gustan pero necesito hacerlas y a veces me da rabia hasta
regalarlas porque si las regalo ya no están en casa y entonces las echo en
falta sólo por el hecho de que ya no están en casa.
Ahora tengo una amiga que no tenía antes que como es
despistada y algo deshilachada no colecciona nada y también porque opina que no
hay que acumular porque eso exige de esclavitudes que evitan que disfrutes de
otras cosas de la vida que producen mayor placer que la autocomplacencia del
coleccionista.
Igual tiene razón pero darle siempre la razón como que
molesta un poco y además crea contradicción porque entonces sería coleccionista
de aquiescencias y estaríamos en lo mismo que ella dice cuando dice que hay que
evitar esos apegos incontrolados.
Pero parece que he encontrado una solución: voy a
coleccionar miradas.
Buscaré miradas para empezar otra forma de colección y como
que tal vez sólo yo pueda verla ni mi amiga de ahora ni nadie de antes podrá
decirme que ya está bien de acumular y de generar tantos apegos.
Puede llegar a ser una colección muy grande porque ahora que
lo pienso hay miles y miles de miradas, ya que sin pensarlo mucho se me ocurre
que hay miradas de carácter que son miradas atávicas como las miradas francas,
las de soslayo, miradas profundas o penetrantes como las del filósofo,
inocentes como las de los púberes, tristes como las del desamparo, hay miradas
sólidas y miradas líquidas, ceñudas, torvas, miradas esperanzadoras y miradas
cansadas, viciosas, sibilinas, miradas ausentes, miradas nerviosas y otras
muchas que describen la personalidad del que posee esa mirada.
También hay miradas étnicas, de gentilicio, miradas que te
indican la procedencia de la persona como la mirada esquimal a la que sólo le
falta mostrar un pez o una foca en vez de pupila, la mirada gitana que es de
plata y en algunos no de ley si no de la que caga la gata, miradas orientales
que son rasgadas y muchas veces con sombrilla de pestañas diminutas, miradas
del norte que no son albinas pero casi, miradas del negro de la costa
sudamericana que son de antiguo esclavo,…
Miradas de sentimiento, como la mirada del amor, la mirada
del amante, la del desamor, la desdeñosa, la del rencor, la del agradecimiento,
miradas asustadizas, miradas embelesadas, miradas hechizadas que son de mirar
doble porque hechizan y están hechizadas, miradas medrosas y otras meandrosas,
timoratas, recelosas, y también miradas que expresan y desprenden y son de
odio.
Las específicas, las singulares, son las de situaciones
especiales como las expectantes, las de indignación, las miradas ansiosas, las
sensuales, la mirada de terror y la desafiante y la mirada vengativa, la
inquisitiva, la suplicante,…
Y también hay una subespecie de miradas que son las de
humanos que copian las de los animales como la mirada bovina, la mirada de
cordero degollado, la mirada perruna, la felina,… que por su especificidad
merecen ser acopiadas en subgrupo.
Y de todas las miradas serán las primeras de mi colección y
permanecerán y se incrustarán en mis pupilas una mirada del recuerdo y dos
miradas que rondan mis obsesiones cuando por las noches cierro los ojos y
clausuro mi mirada.
La mirada del recuerdo es agonizante.
Es la mirada que se apaga.
Es la mirada que ya empezó otro camino.
Es la mirada extraviada. Dispersa. Tranquila. Sosegada.
Bondadosa. Es la mirada entregada.
Es la mirada del silencio que sobrecoge.
Es la mirada del que sabe que va a morir.
Es la mirada del instinto.
Es la mirada plácida y serena de aquella que amó y que
decidió compartir el amor con su mirada puesta en los otros.
Es la mirada de la sonrisa placentera y benigna.
Es la mirada del ángel que ya desplegó las alas para
impulsar otros vuelos.
Es la mirada de la tórtola del manzano de la casa en la
montaña y del agua fría del río y del lago que anima la sangre de aquellos que
luchan y que necesitan de las miradas.
Las miradas de los sin tierra y sin futuro y sin nada más
que el rondar de la muerte, la mirada del niño desamparado, del desterrado, del
que pasa hambre y sed y frío y calor y sufre moscas en los ojos húmedos del
llanto seco, y la mirada de la Mujer que es la de todos los sentimientos y
pasiones porque es la poseedora de todos los secretos y sus miradas escrutan y
descubren los tuyos, esas miradas las descubriré con el paso de los días y las
noches y las estaciones y los años y las nuevas vidas ocultas de mi alma que
necesita entregar legados heredados de la mirada del ángel que compartió su
mirada con mis ojos ciegos.